En una desesperación de ternura me aproximé al retrato y le dije: —Jorge Francisco Isidoro Luis, Jorge Luis Borges, Georgie querido, Georgie perdido para siempre, soy yo, soy Burkett.
Si no me engaño, a usted le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. A mi me hubiera gustado que le gustara LOS OJOS DE LA DIVINIDAD.
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