La vida es sólo la muerte aplazada
Arthur Schopenhauer - El mundo como
voluntad y representación
Como con todas las cosas que nos suceden paulatinamente, fue
difícil tener perspectiva, incluso para mí. Iba tan embrutecido por el agobio
de la historia que fui incapaz de notarlo. Los perros empezaron a eludirme o
aún peor, me enseñaban los dientes. Una tarde llevé a unos sobrinos postizos al zoo. Los animales enloquecieron,
levantaban los hocicos, se escondían acobardados. ¿Otro ejemplo? Nunca fui un gran
bailarín pero cuando me abruma la soledad voy a las milongas. De galán, nada, pero
con tanto bagaje existencial siempre tengo charla para conseguir con quien
pasar la noche. De repente, nadie quiso bailar conmigo. Rehuían asqueados pasar
a mi lado. Hasta que fui invitado a no regresar. Pensé en una alergia al
desodorante o algo así y mi médico, como todos sus predecesores, me recibió con
alguna curiosidad. Se jactaba de un paciente que no enfermaba ni parecía acusar
la erosión del tiempo. Los estudios y análisis no arrojaron dolencia alguna y sin
embargo, esta vez, algo estaba muy mal. El olor era pavoroso. Al principio olía
a flores muertas, luego a queso rancio y ahora, a fetidez de cementerio. Se culpó
a un desarreglo hormonal, a una bacteria invisible, a deficiencias de magnesio
o cinc. Cuando se agotaron las causas físicas se invocó un nebuloso stress
emocional. Recetas y ungüentos resultaron infructuosos y ya apesto a féretro
reventado por los industriosos vapores de la muerte. La Muerte, esa compañera
esquiva desde la estocada en la Batalla del Pons Milvius. La mayoría de las
legiones de Majencio fuimos masacradas. Con un gladius todavía en el pecho me levanté percibiendo el inasible todo.
Fue una asombrada sensación de pertenencia. Desde entonces mi cuerpo se volvió incorruptible.
Y así ha permanecido por fatigosos siglos. Un chamán me acercó una videncia, tan
absurda como apropiada: mi alma ya no puede seguir encarcelada en un recipiente
imperecedero. Extrañamente, lo que se predica como uno, eterno e inmutable está
empezando a deshilacharse con hedor insoportable. Aguardo el inesperado desenlace
de mi existencia con pánico pero también con ilusión.
© Pablo Martínez
Burkett, 2013
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