sábado, 29 de junio de 2019

NOSTALGIAS


NOSTALGIAS
Con el tiempo, todas las cosas se cansan y comienzan a buscar algún oponente que las salve de sí mismas.
Clive Barker, The Hellbound Heart
Los escasos interesados en el pasado no se ponen de acuerdo y los registros que se conservan no son del todo confiables pero es muy probable que, ante la inminencia del holocausto climático, las IA tomaron el control y, con insensible eficiencia, dispusieron lo necesario para erradicar la causa del desastre planetario. Quienes no murieron por la fiebre hemorrágica de Marburgo cayeron por el virus del Ébola, el ántrax u otras bacterias letales. Algunos pocos lograron guarecerse en los refugios subterráneos, pero para cuando se logró disparar un pulso electromagnético y bloquear a las IA destructoras, más del ochenta por ciento de la población había perecido. La Tierra era un colosal cementerio. No sabemos qué se acabó antes: si los alimentos o la esperanza, pero en las instalaciones bajo la superficie se sucedieron los motines y los hechos de sangre. Finalmente, los más aptos abordaron las pocas naves nodrizas disponibles y pusieron proa hacia Europa, la luna de Júpiter que se venía terraformando para una futura colonización. No fue nada fácil establecerse en una atmósfera aún inhóspita, pero luego de varias décadas se alcanzó un estado de prosperidad análogo a la del paraíso perdido. Sin embargo, nunca los abandonó la nostalgia y los expatriados se autodenominaban como terrícolas. Esa añoranza estimuló el deseo de regresar. Los sensores de largo alcance barrieron la superficie terrestre. Sí bien los virus no tienen mucha sobrevida fuera del organismo, las bacterias pueden permanecer por siglos. Tras minuciosos exámenes negativos se organizó el primer viaje. Ya habría tiempo para volver, pero por ahora, las expediciones serían recreativas. Entre militares y turistas fueron veinticinco los que pisaron el planeta madre y aunque el cielo ya no era azul, varios lloraron de felicidad. A su regreso, luego de una rigurosa cuarentena se los liberó para compartir la experiencia. No fue lo único. Tal vez se debió a un análisis insuficiente, a sensores defectuosos o una imprevisible evolución de las bacterias, pero a los pocos días estaban todos muertos. Escribo esta crónica mientras veo cómo se apilan los cadáveres, reventados de bubas purulentas. Yo mismo tengo fiebre.
© Pablo Martínez Burkett, 2019

(*) El presente relato corto ha sido publicado en el #167 de la Revista miNatura, edición dedicada al cambio climático.


Muchas gracias por visitar EL ECLIPSE DE GYLLENE DRAKEN. Si te parece, puedes dejar un comentario. Conocer tu opinión es muy importante para los que hacemos el blog. Si te ha gustado o crees que a alguien más le pudiera gustar, te pedimos por favor que lo compartas en las redes sociales. Gracias otra vez. Y esperamos que vuelvas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario