Il y a un autre monde, mais il est dans celui-ci
PAUL ELUARD
"BÚSQUEDA SIN FIN"
Óleo sobre tela - Carolina Ramírez
Óleo sobre tela - Carolina Ramírez
La realidad es como una casa de infinitas puertas donde cada quien elige por cuál acceder. Algunas puertas nos llaman; otras, están vedadas. Algunas nos son propicias; otras, nos eluden. Sin embargo, en el diario peregrinar es preciso entregarse a un sinnúmero de bloqueos que hacen posible la convivencia.
Así por ejemplo, ya no me pongo a pensar que mientras mi secretaria toma el primer dictado, aún le arden las entrañas por las diligentes acometidas de su novio. O que, cuando la recepcionista alegó que aquella visita al médico se extendió más de la cuenta, no fue sino una excusa para prodigarse con un fulano en hostal de la zona. Del mismo modo, ya no se me da por sospechar que el andar patizambo de la tía de facturación, es producto del concilio fraudulento de las cervezas que rindieron las colinas de su espalda. O que la severa jefa de personal, llegó tarde porque al santo se le despertó el cimbrel justo antes de salir de casa.
Por el contrario, me restrinjo sólo a representarme una secretaria, bonita pero discreta o una telefonista, simpática pero eficiente. Con ingente esfuerzo y no poca medicación, mi psiquiatra ha logrado persuadirme de ello. Hoy puedo ver a una mujer. Una mujer sin matices. Al presente, no imagino a un amante, arrodillado frente al retablo negro de su vientre, haciendo profesión de fe. Ya no me figuro cabalgatas que engendran sedición en la piel y revolución en el alma. Ni me detengo en acuñar retratos de apetitos trogloditas rematando faena con libaciones entusiastas. He podido silenciar los susurros, los latidos; los gemidos…he conseguido desoír el eco que se suscita en el ecuador de los cuerpos cuando se detiene el tiempo.
Reconozca conmigo que son todas interpolaciones necesarias, pues de otra manera no se podría trabajar, coger el metro o simplemente, ir de paseo. Y en buena hora que así suceda, porque en espíritus sensibles como el mío, tanto derroche de lujuria puede provocar un severo desarreglo nervioso. Horas de comprometida terapia me han rescatado.
Todo iba estupendamente bien. Estaba prácticamente curado. Hasta hace un rato, cuando vi a la rubia de Contratos y Pasantías almorzando un yogur en la cantina. Una pizca del lácteo sobre el labio inferior disparó la primera anomalía. Y la pasada del dedo índice, de lado a lado, ida y vuelta; terminó por desbaratar tanto esfuerzo conciliatorio.
© Pablo Martínez Burkett, 2010
El presente relato salió primer finalista en el Certamen Internacional Ficción Erótica Premio Argot.es 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario