viernes, 8 de agosto de 2014

RESCATANDO A DENNIS MARTIN



                                                            Así, sólo un gobernante brillante o un general sabio que 
                                                               pueda utilizar a los más inteligentes para el espionaje, 
                                                               puede estar seguro de la victoria.
Sun Tzu, El arte de la guerra
Nunca imaginé que fuera a conocerlo. Tiene la edad de mi padre. Siempre lo admiré. Ser espía ahora es fácil. Todo se resuelve con satélites, ordenadores y un nerd que hace magia con algún aparatito. Sin embargo, con mi hechicería de la vieja escuela, concluí que el modus operandi de la inminente catástrofe era similar a una de sus misiones más famosas. En un acto desesperado, me comisionaron para lograr su ayuda. Me recibió en su casa de las afueras de Dublin, rodeado de sus cuadros, un jardín de rosas amarillas y una sonrisa de lobo viejo. No sé si me gustó verlo tan mayor, los héroes no deberían envejecer. Igual, los ojos azules le llameaban divertidos mientras le daba atolondrados detalles sobre los misiles robados. La emoción no me dejaba hablar. Se paró para buscar tabaco y me distraje con las fotos sobre un gran piano de cola y por un instante, olvidé el virus fatal acechando en las ojivas. Lo vi jovencísimo, acuclillado en la borda de un sampan, en su paso por la secta guerrera Binh-Xuyen de Indochina, donde aprendió a lanzar cuchillos. En otra, con el uniforme de la Legión Extranjera. Aquí, una donde se lo ve camuflado de selva. Recordé que había sido mercenario en el Congo Belga. En otro retrato, está riendo con un paracaidista y reconozco al Coronel Henri Jordan del Deuxieme-Bureau. El aroma embriagador del cigarrito me trajo a la realidad. Sirve un whisky irlandés. Quisiera preguntarle por Grace Henrichsen y Katrin Von Eitzen pero entre que un caballero no debe tener memoria y el apremio del momento, retorno sobre los últimos datos satelitales. Repasa las imágenes de los terroristas y parece revolver en un eco lejano. Dice que tiene que hacer un llamado y me deja solo. Vuelvo a una de las fotos: el otrora jefe del MI5, el atildado sir Charles Caldwell Hopkins, observando una clase de karate. Dennis Martin regresa enseguida. Trae un nombre anotado y unas coordenadas geográficas. Envío las instrucciones a la Central. Ya es todo de los frikis y su brujería. Lo miro con agradecimiento. Rellena los vasos. Brindamos por los viejos espías. Creo que me voy a animar a preguntarle por la beldad danesa.

© Pablo Martínez Burkett, 2014
El presente texto ha sido publicado en el #136 de la Revista digital miNatura, dossier spyfi. 




Este es mi homenaje a Dennis Martin, creación de Robin Wood y Lucho Olivera en 1967 para la revista D’artagnan de Editorial Columba. A partir del segundo episodio Ángel "Lito" Fernández se hizo cargo de la parte gráfica, quien redefinió al personaje y le dio a la serie ese look que contribuiría a transformar esa historieta en una de las más importantes de la década del ’70.




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2 comentarios:

  1. Dennis Martin fue una de mis historietas más importantes de mi adolescencia; con mi hermana rivalizabamos por ser Grace o Katrin. Gracias por traerlo a mi presente.
    Sylvia
    Argentina

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  2. Muchas gracias a vos por detenerte a leer y tanto más por tu comentario. Brindemos por nuestro irlandés de ojos azules y sus, por si bellas, no menos letales, colegas femeninas.

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