jueves, 12 de enero de 2012

RUTH BROWN - APERTURA PARA "ACARICIA MI ENSUEÑO" DE RADIO AMERICA

RUTH BROWN - LA REINA MADRE DEL BLUES




Si uno dice: vamos a contar una historia relacionada con el blues, la música tradicional afroamericana, que dio origen al jazz y al rock, entre otras vertientes, todos anticipan como marco las morosas aguas del río Mississippi; las cuadrillas de trabajadores recogiendo algodón bajo un sol inclemente, los cantos melodiosos y tristes que trae el viento húmedo del pantano; la esperanza de escapar como polizonte en un tren a Chicago. Es cierto. El blues surgió como la expresión musical de los dolores y placeres de los más postergados, como el vehículo propicio para retratar un estilo de vida que, para los valores “civilizados” de la época, era escandaloso. Y no obstante nuestra historia es sobre el blues, no hay río ni campos de algodón en el delta profundo de los Estados Unidos. Pero sí pobreza y postergación, en un ámbito urbano, a la vera del mar. Cambia la geografía, pero se mantiene el denominador común que da origen a letras cargadas de pintoresca poesía, no exentas de crudo argot y una enumeración de la impiadosa realidad de la clase trabajadora.

En los años de la Gran Depresión, una chica de nombre Ruth sobrelleva la áspera niñez de los barrios obreros de Portsmouth, Virginia. Su padre se gana el pan como estibador portuario y dirige el coro en la Iglesia Emmanuel, centro de reunión y oración de una comunidad fervorosamente religiosa. Allí, la chica comprueba el poder de su voz, cantando salmos e himnos. Y también comprueba la poderosa magia que ejerce sobre la feligresía, que día a día la llena de halagos y felicitaciones.

Y esas sonrisas, esos gestos de asentimiento, las invocaciones espontáneas al Creador, empiezan a suscitar un ansia que sólo es posible acallar con más aplausos. Y como no es de las que esperan sentada a que llueva, sale a hacer llover aplausos en los bailes y reuniones que frecuentemente se organizan para entretener a las tropas de la base naval de Norflok. Sin embargo, pronto se vuelve un mendrugo demasiado exiguo para quien desea emular a Billie Holiday, Sarah Vaughan y Dinah Washington.

La esperanza con la imprudencia, la pobreza con la codicia, la juventud con la temeridad fueron labrando el fino encaje de una urgente determinación y a los 17 años se largó a los caminos con un oscuro trompetista, Jimmy Brown. Pronto se casarían y aunque poco duraron, siempre conservó su apellido de casada. Cantó en cuanto antro le abrió las puertas. Una primera lucecita de esperanza se encendió cuando consiguió que una orquesta la contratara, pero luego de una borrachera bien aprovisionada por la propia Ruth, la banda decidió que no era sano contar con el placer de su compañía y la abandonó, tras solo un mes de giras. No eran tiempos fáciles para ser una chica de la noche.

Hay gente despiadada en todas partes, pero también gente buena. Y una sucesión propicia de amigos de los amigos, le fueron consiguiendo algunas actuaciones en Washington, hasta que alguien la escuchó cantar y la recomendó a un cazatalentos de una grabadora. Nada menos que Atlantic Records le daba cita para hacerle una prueba. Aquella lucecita volvía a brillar. Pero la fatalidad nuevamente se encargó de erosionar su brillo y de caminó a la Gran Manzana sufrió un gravísimo accidente que la tuvo hospitalizada durante 9 meses.

Una feroz determinación la hizo seguir y volvió a esparcir su magia por bares y clubes. Y finalmente, los empresarios de la discográfica de New York se costearon hasta Washington para oírla cantar. De inmediato lo supieron: esa chica tenía lágrimas en su voz. Y amonedaron esas lágrimas en el primer gran suceso “So long”.

La chica llamada Ruth, había llegado al disco. La lucecita de esperanza había logrado abrirse camino en la noche de la adversidad y los éxitos se sucedieron uno tras otro, encaramados por semanas en la listas de los más vendidos. Pronto el público empezó a conferirle sobrenombres: “Miss Rhythm”, “La verdadera Reina del Rhythm & Blues”; “La señorita Lágrimas”. Ya no era una comunidad orante, ya no era un hato de borrachos soeces, ya ni siquiera era el pulcro auditorio de un teatro, eran miles y miles de hogares dejándose abrazar por el melodioso encanto de su voz. Durante casi quince años fue apilando los sólidos ladrillos que edificaron la fama de Atlantic Records como referente indisputado de esa vertiente musical.

Pero con el cambió de década, mientras el mundo se iba sumergiendo en otra nueva etapa de locura colectiva, los gustos musicales se orientaban hacia otros estilos y hacia principios de los 60’, la lucecita de la chica llamada Ruth volvió a extraviarse. Durante un “retiro obligatorio” de más de 15 años, se dedicó a criar a sus dos hijos, trabajando como oficinista y aún, empleándose para limpiar casas. Hacia mediados de los 70’ un amigo logró rescatarla del olvido, y con la magia intacta se paró frente a un micrófono para recobrar el aplauso de la gente. Y la lluvia de aplausos la envolvió con su viejo y querido cobijo.

Lo demás es historia. De ese merecido renacimiento, con celebradas apariciones televisivas, cinematográficas, giras, shows, discos, obras en Broadway, premios y más premios, simplemente digamos que en 1993 ingresa en el Salón de la Fama del Rock n’ Roll como “La Reina Madre del Blues”. La lucecita de la chica llamada Ruth se afincó entre los más grandes de la historia.

El 12 de enero de 1928 nacía Ruth Brown, quien junto a gigantes como Dinnah Washington, Chuck Berry y Ray Charles le dieron forma definitiva al Rhythm & Blues.



© Pablo Martínez Burkett

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