jueves, 17 de octubre de 2013

EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA (IV): Frutos de la tierra nueva



Desperté de repente de un sueño agitado y me 
pareció encontrarme en una habitación muy distinta. 
Sheridan Le Fanu


La tormenta de iones se ensañó con el avión y el viaje se completó con no poca zozobra. Londres era otra cosa. Luana pudo presentirla más allá de su encierro. Anticipando noches de sangrienta ebriedad, se pasó la lengua por los colmillos. Los rodeó, sopesando su perentoria presencia. Aunque los disfrutaba, todavía no se había acostumbrado del todo. Con la fuerza superlativa y el aguzamiento de los sentidos se llevaba mejor. Era capaz de percibir todo. Le confería un alivio pacificador sentir que su madre estaba en el féretro contiguo. Si los hijos deben la vida a sus padres, Luana le debía la vida eterna. Con cuánto amor la guió en las salidas iniciales. Una cosa es el ansia primordial que no sabe de prevenciones ni recatos y otra muy distinta es abalanzarse sobre la primera víctima. No hay escuela que enseñe a yugular a un hombre. Siempre recordará la primera vez, su primer mordido. Esa mirada de desesperanza, de horror, de resignación poco antes de abismarse sobre el cuello de aquel infortunado. El tenue chasquido de los dientes perforando la piel es una emoción única que busca repetir con cada nueva incursión. Y la efusión de la sangre fluyendo garganta abajo. Chupar y chupar, esa pungente desesperación que es arrebato, frenesí, ordalía. Es sentir que el corazón vuelve a latir mientras se va apagando del corazón del otro, un otro de rostro paulatinamente intercambiable, efímero, transeúnte.
Luana sabe que no va a extrañar nada de su patria. Ni siquiera las febriles jornadas de la conflagración que sucedió a la Guerra de los Elementos. Si las circunstancias pusieron a madre e hija al frente de las hordas de la noche, facilitaron también su evacuación antes del estallido nuclear. Salir dentro de los ataúdes de dos militares fue una osadía pero también una humorada. Luana sabe que va a amar a su nueva patria. Augura deleitables noches de cacería con los herederos de la antigua Albión.
Justamente, Blodeuyn, la hija del General Alan Glyndwr Jones, decidió acompañar el sarcófago de metal que llevaba los restos mortales de su padre. El viejo tozudo no pudo estarse como todo el Estado Mayor Conjunto en el puesto de comando y reclamó su lugar en el campo de batalla. Un imberbe desarrapado, casi sin ojos por los años en las cavernas, lo mordió antes de que fuera capaz de echar la mano al arma reglamentaria. Una muerte cruel, una muerte vil. Una muerte estúpida. Sobre todo porque tardó nada en convertirse y asaltar a dentellada limpia a su propia custodia. Su fabulosa hoja de servicios dice que cayó en acción. Lo cierto es que un sargento le cortó la cabeza con un kukri, el cuchillo curvo de los gurkhas nepaleses, acero que se había vuelto obligatorio entre los suboficiales encargados de sosegar a los camaradas conversos. La joven quería creer que su padre había muerto como un héroe, pero la condescendencia del Ejército y la urgencia por olvidar el incidente, la inclinaban a sospechar que había sucedido algo tremendo más allá del entendimiento. Le dijeron que los embalsamadores se habían empleado con acierto y que su padre parecía una persona durmiendo. Quería verlo. No, no quería. No podía creer que estuviera muerto. No sabía si prefería recordarlo tal como lo vio la última vez, casi un año atrás o si quería llevarse la última imagen de lo que puede haber creado el artista fúnebre. Cuando la dejaron sola en el hangar militar del aeropuerto de Heathrow, Blodeuyn tuvo un último instante de hesitación. A veces, quedarse con una imagen del pasado es mejor que reconocer el presente. Seguir esa consigna le hubiera salvado la vida. 

De los muchos horrores que imaginó al abrir el ataúd ninguno se parecía a una joven vampira sonriendo con hambre.

© Pablo Martínez Burkett, 2013


Este es el cuarto capítulo de la saga "EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA",  que abre con el cuento del mismo nombre y que prosigue con (2) "Los ojos de Luana"; (3) “Tiempos mejores”; (4) “Frutos de la tierra nueva”; (5) "Fotos"; (6) "Venator"; (7) "Tu madre te ha dicho que no"; (8) "La otra plaga"; (9) "El inesperado John Gillan"; (10) "El color de la nieve"; (11) "Presagios de tempestad"; (12) "La perla de la noche"; (13) "Las llagas del Efecto Caldero"; (14) "Fait divers"; (15) "El sabor del futuro"; (16) "Un souvenir del infierno"; (17) "Primera sangre en Barrio Chino"; (18) "Los Hijos del Sol Negro"; (19) "La sombra de Madre"; (20) "La ordalía de John Gillan"; (21) “El día de la insensatez”; (22) "La estrella de la venganza"; (23) "El pérfido Doctor Wong"; (24) "El camino de la ira"; (25) "El dulce sabor de la sangre"; (26) "El destino de una mirada"; (27) "Gambito"; (28) "El llanto de Milena"; (29) "Un sordo clarín llamando a batalla"; (30) "Carte blanche" ; (31) "Sombra y fuego"; (32) "Una visita de cortesía"; (33) "Sobre el trono del dragón"; (34) "Un golpe de efecto"; (35) "Escarmiento"; (36) "El último concilio", (37) "Fiesta"; (38) "No es más que sangre" y (39) "El talismán".




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