Se dejó caer sobre la almohada,
suspirando, mientras sus hermosos ojos me contemplaban con expresión amorosa y
melancólica.
Sheridan Le Fanu
Ikito
se sintió orgullosa de su maquinación. Se encargó de dejar rastros evidentes de
la mudanza del equipo científico a una fábrica abandonada. Milena se confió.
Después de un rato de acecho, entró por unas ventanillas en el techo para
demostrar, como siempre, que era absurdo eludirla. No obstante, el galpón
estaba en penumbras. La vista superlativa no detectaba ningún movimiento. Pero
el sentido afinado la alertó de un impreciso peligro. En las oficinas del
fondo, percibió movimiento y unos reflejos naranjas por debajo de la puerta.
Aguzó el oído. Unas voces pedían auxilio. Irrumpió con violencia. Toda la
estancia estaba en llamas. En medio de la humareda, una mujer arrodillada se
afanaba sobre otra que estaba tendida en el piso. Para que pudiera respirar, le
había abierto la blusa, dejando al descubierto unos formidables pechos que se
bamboleaban exuberantes con cada sacudida.
Sí,
claro, la mujer inconsciente y semidesnuda era Lursa, la de los pechos de miel.
Esos pechos que Milena anhelaba en secreto. Esos pechos que tanto la hostigaban
en silencio. Betor le rogó que la ayudara, que le diera aire, respiración boca
a boca, mientras ella le hacía masaje cardíaco. Milena se acercó. Lursa
respiraba con dificultad y jadeaba de una forma animal. Pero también de una
forma que recordaba a una mujer entregada al placer. Tenía la boca
entreabierta. Los labios rojos eran una invitación. Una llamada carnal. Milena
se abismó sobre esa boca ansiada. Se sorprendió cuando la lengua de Lursa se
entremezcló con la suya. Al mismo tiempo, Betor le guió la mano hacia un pecho
de su hermana melliza. Milena opuso resistencia. Una resistencia leve, ínfima.
Porque el apetito le inflamaba la sangre. Devolvió el beso que la despellejaba
y su mano repasó el contorno del paraíso. Pronto las tres mujeres se prodigaron
en caricias, besos, abrazos y suspiros.
El
tiempo se detuvo. Milena, con inusual delicadeza, atendía a ambas hermanas que
se entregaban en deliberado festín. Habiendo gozado abundantemente, ahora era
el turno de devolver el placer. Ambas dieron lo mejor de sí. No quedó porción
de piel sin acariciar ni concavidad sin explorar. Milena estaba en un estado de
éxtasis continuo, sacudida por sucesivos orgasmos, cada vez más fuertes, cada
vez más intensos.
Entre
las algodonadas brumas de la lujuria alcanzó a escuchar que una de las hermanas
le musitaba al oído: -¡Y ahora te daremos algo aún mejor!
Quizás
fue el tono, quizás el instinto. Quizás fue la huella de las infinitas
vejaciones que sufrió en las mazmorras de las SS pero la advertencia le sonó muy
mal. Milena levantó el rostro justo para ver que Betor blandía una estaca. Si
bien Lursa la sujetaba firmemente por los hombros, alcanzó a zafar y giró con
vértigo para evitar la estocada mortal que le lastimó el hombro. Milena
enloqueció. Atacó con toda la furia, todo el odio, toda la certeza del engaño. Betor
quiso rematar la faena y levantó la estaca. En una pirueta inverosímil, el
cancerbero de Madre le atajó el brazo, giró sobre sí y clavó a la melliza. Sin
tiempo para comprobar que la había herido de muerte, fue por Lursa que al ver a
su hermana agonizando dio un alarido. Fue lo último que hizo. Milena saltó y
con toda la fuerza de su porte robusto la arrastró hasta un perchero y la
incrustó por la nuca. Lursa se sacudió un poco y murió si siquiera poder
maldecirla. La percha le atravesaba la boca.
Milena
temblaba. Ni siquiera cuando fue objeto de los vejámenes del Dr. Mengele se
sintió tan mancillada. Entonces era una prisionera, ahora se había rendido voluntariamente.
Y para peor, sabía que ya no podría encontrar a Ikito.
La
pequeña se había salido con la suya. Había tenido que entregar a las mellizas
pero el laboratorio del Dr. Wong estaba a salvo en su nuevo emplazamiento.
©
Pablo Martínez Burkett, 2014
Este es el vigésimo séptimo capítulo del folletín por entregas "EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA", que abre con el cuento del mismo nombre y que prosigue con (2) "Los ojos de Luana"; (3) “Tiempos mejores”; (4) “Frutos de la tierra nueva”; (5) "Fotos"; (6) "Venator"; (7) "Tu madre te ha dicho que no"; (8) "La otra plaga"; (9) "El inesperado John Gillan"; (10) "El color de la nieve"; (11) "Presagios de tempestad"; (12) "La perla de la noche"; (13) "Las llagas del Efecto Caldero"; (14) "Fait divers"; (15) "El sabor del futuro"; (16) "Un souvenir del infierno"; (17) "Primera sangre en Barrio Chino"; (18) "Los Hijos del Sol Negro"; (19) "La sombra de Madre"; (20) "La ordalía de John Gillan"; (21) “El día de la insensatez”; (22) "La estrella de la venganza"; (23) "El pérfido Doctor Wong"; (24) "El camino de la ira"; (25) "El dulce sabor de la sangre" y (26) "El destino de una mirada".
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