PROMESA
CUMPLIDA
Sentía las piernas duras, como si
algo o alguien las estuviese aplastando y no le permitiera moverlas. La cara le
picaba, y cuando quiso rascársela notó que, al igual que sus piernas, sus
brazos también estaban inmovilizados. El olor a humedad le daba asco y se metía
por su nariz como una nube espesa que se le acumulaba en la garganta y le
impedía respirar con normalidad. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué estaba todo
oscuro? ¿Dónde estaba?
Lo último que recordaba era la televisión.
Estaba viendo El Trece, siempre miraba El Trece. También se acordaba de las
últimas palabras de él. «Te la voy a dar, puta. Te prometo que te la voy a
dar». Pero él ya no estaba. La había esperado en la puerta de su casa. Sí, se
acordaba muy bien porque se asustó muchísimo. Había esperado a que llegara de
trabajar. Y cuando llegó le salió al paso y la amenazó con matarla si no
volvía. Pero gracias a un vecino que la vio, vino la policía y se lo llevó. Se
lo llevó como ya se lo había llevado antes. Y él se había ido, así que esa
sensación de opresión que sentía no podía tener nada que ver con él. Era raro,
pero seguro que todo tenía una explicación. A lo mejor se había quedado dormida
en el sillón. Sí, seguro. Después de entrar y de que la policía se lo llevara,
se había tomado media pastillita de Rivotril y dado una ducha caliente. Y por
último se había sentado, con la comida que había quedado de ayer, a ver El
Trece. Claro, la mezcla de Rivotril y ducha (y la tranquilidad por ver que la
policía se lo llevaba) había hecho que se durmiera sin darse cuenta. Y ahora
estaría dormida. Por eso no se podía mover. Estaba teniendo uno de esos sueños
opresivos, como cuando uno quiere correr pero no puede avanzar. Era cuestión de
esperar. Esperar a que el efecto de la pastilla se disipara y se llevara el
sueño.
Pero el olor que sentía era raro.
Era como… como…
Abrió los ojos, feliz, por fin, de
poder despertar.
Entonces le cayó la última palada de
tierra, directo sobre la cara.
© Lucas Berruezo
Lucas Berruezo (Buenos Aires, 1982) es Licenciado
en Letras (UBA), docente y escritor. Prologó las antologías de cuentos
fantásticos y de horror Mundos en
tinieblas (Galmort, 2008 y 2009) y participó, junto a escritores como
Alberto Laiseca, Luis Mey y Liliana Bodoc, en Haikus Bilardo (Muerde Muertos, 2014) de Fernando Figueras y José
María Marcos. Es autor de la novela de terror fantástico Los hombres malos usan sombrero (Muerde Muertos, 2015). Sus cuentos
y artículos circulan por la web en distintas revistas, como Insomnia y Axxón. Gestiona El lugar delo fantástico, un espacio dedicado a la literatura y el cine de terror.
Gracias por visitar El Eclipse de Gyllene Draken.
Nos encantaría conocer tu opinión sobre esta entrada.
Si te parece, puedes dejar un comentario.
Si te ha gustado (o no) o crees que a alguien más le pudiera gustar, te pedimos por favor que lo compartas en las redes sociales.
Esperamos que vuelvas
No hay comentarios:
Publicar un comentario