ALIENACIÓN
El Bebo y la Irma estaban emocionadísimos. Por primera vez, alguien
IMPORTANTE llegaba al pueblo y, para esa noche, les habían prometido fuegos
artificiales.
Esa tarde, la Irma se fue hasta el todo por dos pesos que quedaba frente
al hospital y se compró unos binoculares. No quería perderse nada del show.
El calor los envolvía como una frazada, era ya noche entrada y los
mosquitos les zumbaban en las orejas.
—Emprestámelos, Irma—dijo el Bebo mientras le sacaba los binoculares. En
el cielo ya habían empezado los primeros estampidos.
— ¡Ay, no! ¡Bebo! ¡Los quiero usar!
—No me hinchés…
El cielo se volvía rosa, violeta, verde y los cuzcos del barrio ladraban
desaforados.
—Ya me vas a venir a pedir algo, Bebo. Vas a ver…
—Sí, ¡los binoculares! —y empezó a reírse.
— ¡Basta, nene!
Irma estaba por tironear de la correa de los prismáticos cuando vieron a
sus vecinos correr y tropezarse y vuelta a pararse y correr por la calle de
tosca.
Hasta el zumbido de los mosquitos había parado.
El cielo era una bola naranja. Los estallidos recordaban ahora a esas
guerras de lucecitas que se ven en la tele y ocurren en países llenos de arena.
—¡¡Nos atacan, Irma!!—gritó Bebo pero ella no le creyó. Igual corrió
hasta la puerta de la casa y, por instinto, la cerró. Bebo quiso entrar. En el
entrevero, Irma, sin querer, le agarró los dedos con la puerta.
— ¡¿Qué hacés, tarada?! ¡Dejame pasar! — el Bebo tenía
los ojos colorados y sudaba aunque ya no hacía tanto calor.
A Irma le temblaron las manos cuando le puso llave a la puerta.
—Vamos a la pieza del abuelo y nos metemos debajo de la cama—Irma no
pudo contestar porque ya el Bebo la llevaba a empujones.
No llegaron. Sintieron en las espaldas el peso de los escombros.
La extraña nave aterrizó en el patio del Bebo cortando la soga y
arrastrando la ropa que estaba colgada.
—Capitán—dijo el conductor de la nave por el intercomunicador—ya
cumplimos con nuestro primer objetivo: los alienígenas están muertos. Espero
instrucciones. Cambio y fuera.
© Luciana Baca
Luciana Baca (San Pedro, Bs. As., 1985) es Licenciada en Gestión Educativa (UNTREF)
y Licenciada en Lengua y Comunicación (CAECE), profesora, cinéfila, amante del
cabernet, estudiante apasionada de francés y, en los ratos libres, escritora.
Ha corregido varios textos
literarios (entre ellos, la novela “La caída de las lechiguanas” de Narciso
Rossi).
En su ciudad natal, coordina
el proyecto Perro Gris destinado a
la edición, publicación y encuadernación artesanal de obras literarias de
escritores sampedrinos.
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