lunes, 12 de enero de 2015

EL AUTOR INVITADO: Patricio Chaija



LA BABOSA HUMANA



Baboso, me dijiste. Que era un baboso.
Y ahora mirá si podés decir algo. No podés hablar, y es mejor así. Escuchame. Vos, ahora, escuchá.
Estuve pensando un montón acerca de cómo hablarte. De qué manera decirte lo que pienso. Lo que siento. Porque antes a vos te importaba lo que sentía yo, ¿no? No me ignorabas. Antes de que te piraras y me dijeras que te ibas, antes de dejarme solo, antes de irte, de abandonarme, me dijiste que me amabas. Me amabas. ¿Entendés? No es joda. No pudiste decir eso así nomás. No debiste decirlo. Con las palabras no se jode. No podés traicionarlas. Porque me sentí traicionado. Me decías que íbamos a estar juntos para siempre. Incluso eso tallaste con una lima de metal en un banco de la plaza: ADMV. JPS. Amor De Mi Vida. Juntos Para Siempre. Y yo te creí, como un boludo. Y me engañaste. Pero ya no me vas a engañar más.
Cuando te fuiste pensé que me habías metido los cuernos. Quise encontrarte, verte con otro y arreglar las cuentas. Incluso deseaba verte besando a otro, o manoseándose, veía imágenes en donde estabas con otro. Llegué a ver esas imágenes todo el tiempo. Cada vez que salía de casa te veía por todos lados. Se me hizo más difícil salir. Al principio tenía terror de encontrarte, pero después algo en mí cambió. Quería verte. Quería cruzarte con alguien. Calculo que si te hubiera visto nada más que charlando con un muchacho me habría abalanzado sobre ambos. Pero no te vi más.
Te extrañé, Pilmayquén. Qué lindo nombre. Bien de putita. Yo no quería que las cosas terminaran así.
Estuve muy deprimido. No es joda. Pensaba en vos. Todo el tiempo. Me despertaba y te veía, me mordía los labios y lloraba a mares, apretaba las sábanas y las retorcía con furia en la oscuridad de mi habitación y veía tu cara, tu cara sonriente, y me daba bronca que sonrieras sin mí. ¿Qué derecho tenías de sonreír, de ser feliz sin mí? Eso me ofendía. Apretaba los puños hasta que me dolían. Viví en una época oscura. Cuatro años, Queni. ¿Te acordás? Te gustaba que te dijera así. Vos nunca me diste un apodo. Es que sospecho que yo te quería más de lo que vos me querías. En las relaciones siempre hay uno que ama más que el otro.
Como te decía, cuatro años es bastante tiempo, eh. Veo que se te pasa el efecto. Parpadeás. Mejor así. No tenemos mucho tiempo. Oigo que se acercan.
Desde siempre trabajé acá. Cuando empezamos a salir ya era peón en la empresa. Estamos en el patio. La Cruz, SRL. Somos la puntualidad, es el slogan. Una vez me viniste a buscar al laburo, ¿no? En un rato empiezan los primeros viajes del día.
Si te fijás bien estoy en el medio de un círculo pintado de blanco con una cruz en el centro. El logo de la empresa.
Yo pensaba todo el tiempo en vos y quería que pagaras. Tenías que sufrir por haberme dejado. Quería hacerte daño. Pero no podía hacerte mal. Yo te amaba. Perdón: yo te amo. No dejé de hacerlo nunca. Y nunca voy a dejar de hacerlo.
Viví en esa nube densa que me oprimía la cabeza y no me dejaba ver, ni oír, ni percibir nada.
¿Por qué me dejaste? ¿Porque me habías sorprendido viendo porno? No, eso no lo creo. Si vos te copaste algunas veces. Seguro que alguna de esas taraditas de tus amigas te hicieron la cabeza. Te hicieron desconfiar. A veces me pegaste cuando me sorprendías mirando a una chica que pasaba por la vereda cerca nuestro. Yo te decía que no fueras tan celosa. Según vos no terminamos por eso, que sé yo. Nunca entendí tus excusas.
Como te estaba diciendo: vivía en una nube que me oprimía el cuerpo, el pecho me dolía, inmerso en una nube negra apenas respiraba. No tengo ningún recuerdo de los últimos años. Solo tu cara. Siempre la veía. Todo el tiempo pensaba en vos.
Hasta que me di cuenta de lo que quería hacer. La mente se me aclaró cuando concebí el plan.
Fue de casualidad. Iba una mañana saliendo de mi habitación, cuando cruzo el patio de casa y veo la caca que había hecho la perra. Sobre el patio de cemento brillaba. Pero algo rebullía sobre la mierda. Me acerco y veo decenas de babosas que se retorcían, que escalaban las deyecciones, mientras otras se acercaban desde alguna parte. La imagen me dio mucho asco. Pero entonces entendí.
Tenía que hacer que no me olvidaras. Y lo iba a hacer con lo que vos me habías lastimado. ¿Me trataste de baboso? Entonces decidí que esa imagen te persiguiera. Que te arrepintieras de tus palabras. Porque a las palabras no se las traiciona, Pilmayquén, Queni querida.
No vomité esa vez, y no sé si vos lo harás.
Ya estás más despierta. No podés hablar por la mordaza, ¿no? De todos modos no hay nada que quiera oírte decir. Por suerte no habías cambiado tu número de teléfono. Y qué bueno que hayas aceptado este pedido mío de vernos una vez más. Perdón por sedarte. Es que era parte del plan.
Si yo no podía dejar de pensar en vos, me dije, que vos no puedas dejar de pensar en mí. Y se me ocurrió esto. Quiero dejarte una última imagen mía.
Ya casi arranca la jornada laboral. ¿Oís? Los choferes ya vienen. Los cuatro camiones de culata salen de reparto desde el logo del patio. Y estas cadenas que atan mis muñecas y mis piernas, ¿ves? Una va a cada paragolpe. En un  minutito arrancan y me destrozarán. En apenas unos segundos vas a ver confirmadas tus palabras. Espero que me queden fuerzas, destrozado, sin piernas y sin brazos, como para arrastrarme una sola vez hacia vos. Supongo que del tirón me voy a morder la lengua y un chorro de sangre oscura va a salir de mi boca. Ahora que se te pasa la modorra, escuchá: ya cerraron las puertas de los camiones. Todos al mismo tiempo. Como siempre hacen en la empresa. Somos la puntualidad, ¿eh? Qué sincronización, che. Ahora no cierres los ojos. No parpadees. Prestá atención.
© Patricio Chaija

PATRICIO CHAIJA





Patricio Chaija nació en 1982. Profesor en Letras, publicó los libros de narrativa: "El cazador de mariposas", "El libro de Fede", "Pili", "Nuestra Señora de Hiroshima". También compiló "Osario comun. Summa de fantasía y horror".

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