domingo, 12 de mayo de 2013

Enquête para el Proyecto Tradabordo de la Universidad de Poitiers



En los siguientes párrafos, van las respuestas a las preguntas que Elena Geneau me hizo para acompañar la maravillosa traducción de Caroline Lepage y Nadia Satif (L' eclipse-de Gyllene Draken) en el marco del Proyecto Tradabordo para la Universidad de Poitiers. Esta encuesta se envía a todos los autores traducidos a los fines de que sean mejor conocidos  y difundir su obra. 

Y para tan académico evento, no pude menos que acudir a ilustrarlo con una foto típica de escritor (para la próxima, pongo la mano en L, sosteniéndome la barbilla...).



1) Elena Geneau. ¿Cuánto hace que escribe y qué lo impulsó a escribir?
Pablo Martínez Burkett. Hace un tiempo estaba en Santa Fe, mi ciudad natal, revolviendo cajones en mi casa paterna y di con un certificado de participación en el certamen literario intercolegial José Pedroni. La fecha es del año 1981, o sea que tenía dieciséis. Me había olvidado por completo pero es evidente que ya por entonces rumbeaba para el lado de la escritura. Pero así como puedo objetivar una muy temprana vocación, carezco de una explicación para el impulso de escribir. Supongo que encontré la forma de liberar las muchas vidas que habitan en mi interior.

2) E. G. ¿Qué clase de lector es?
P. M. B. Un lector hedónico que lee de a cuatro o cinco libros a la vez. Los otros mundos que quería Paul Éluard, para mí están en los libros y amo extraviarme como un nuevo Adán por esos paraísos narrativos.

3) E. G. ¿Cuáles han sido sus principales fuentes de inspiración llegado el momento de escribir – ya sean del campo literario u otros?
P. M. B. Desde mi infancia, soy un agradecido lector de Edgar Allan Poe; H. P. Lovecraft; Julio Verne; H. G. Wells, Emilio Salgari, Cervantes, Borges, Mujica Laínez, Cortázar y Adolfo Bioy Casares. En esos autores y en los libros de historia y filosofía de papá, creo que puedo identificar a mis “precursores”. Después vinieron otros muchos,  pero esos son los primeros.

4) E. G. ¿Cuando escribe, piensa en el « lector », si así fuera,  quién / cómo / dónde está?
P. M. B. Creo que desde la hoguera primordial para acá, la obligación es contar una buena historia para los rostros que, apenas entrevistos, aguardan en la penumbra. De cualquier forma, no sé si al momento de escribir pienso en un lector determinado. Sin embargo, estoy persuadido de que toda obra recién queda completa cuando es pasada por el prisma de las representaciones personales del lector, quien recompone un texto con la riqueza de sus propias vivencias.

5) E. G. Cuando está falto de inspiración, ¿dónde o cómo la encuentra de nuevo?
P. M. B. En mi cerebro siempre está borbotando una nueva historia. A veces lleva años cociéndose a fuego lento, otras es tan urgente que tengo que dejar todo para ponerme a escribir. Por lo demás, creo fervorosamente en aquel adagio que se le atribuye a Picasso: “si llega la inspiración,  que te pille trabajando”.

6) E. G. ¿Nos puede hablar un poco del cuento traducido aquí?
P. M. B. “El eclipse de Gyllene Draken” es el cuento que le da nombre de mi blog. Y es quizás uno de los que más me gusta porque en el primer plano presenta una historia (los avatares de un oficiante y su madre, habitantes de una isla remota), y de forma elíptica, cifra una segunda (el sangriento rescate de una doncella) hasta que ambas historias convergen en el trágico desenlace (la furia del dragón dorado). Mucho tiempo después, leí que esta es la estructura que Ricardo Piglia, el escritor y profesor argentino, le confiere al cuento clásico.

7) E. G. ¿Qué impresión le causa saber que su cuento está siendo traducido?
P. M. B. Traducir es oficiar de alquimista. Ese “decir casi lo mismo”, como quiere Umberto Eco, no es sino la capacidad de extractar las partículas elementales de un texto, recombinarlas y reproducir el hechizo,  pero en otra lengua. Textos míos ya han sido vertidos al inglés,  portugués e italiano, pero creo que el francés sigue siendo el idioma de la cultura. Por eso,  saberme traducido por primera vez a la lengua de Rimbaud, Jean Jacques Rousseau y Guy de Maupassant, me provoca una íntima felicidad.

8) E. G. ¿Qué opinión le merecen las nuevas tecnologías en lo que a literario se refiere?
P. M. B. Me crié dentro de una biblioteca. Soy un coleccionista de libros. En rigor de verdad,  creo que catalogarme como “fetichista” del libro, no sería del todo incorrecto. No me veo a mi mismo leyendo un libro digital. Sin embargo, no se puede ser un necio con los signos de los tiempos. Recientemente me ha fichado una editorial de Miami,  y por estos días mis libros de cuentos van a salir a la venta en formato digital a través de los canales de distribución en línea más importantes del mundo. La accesibilidad, universalidad y perennidad del formato trasciende los gustos personales y hace recomendable su uso.

9) E. G. ¿Si estuviera en el lugar de Rilke, qué consejos le daría a un «joven poeta/escritor»?
P. M. B. Simplemente me gustaría compartir algunas perplejidades. Como es en el diccionario el único lugar donde el “éxito” llega antes que el “trabajo”, hay que trabajar y mucho. No apresurarse a publicar. Corregir. Escribir mucho. Corregir. Dejar leudar (sin llegar a los 9 años que pretendía Horacio para las poesías, pero lo suficiente como para poder leerse con los ojos de otro). Corregir. Escribir mucho. Corregir. Y sólo entonces, publicar. Me parece que lo más importante es vaciarse de sí mismo, abandonar todo ego, para poder asumir la forma de las vidas que queremos contar, con humildad, con oficio, con constancia. En estos tiempos de egos elefantiásicos y súper-exposición en las redes sociales, quizás una recomendación de este tipo resulte excesivamente ingenua, pero es lo que a mí me sirve para intentar “pescar con palabras lo que no es palabra”.

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