martes, 27 de mayo de 2014

EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA (XXVI): El destino de una mirada


Las ardientes miradas de Carmilla, su modo absurdo de expresarse, me asustaban a veces, lo confieso.
Sheridan Le Fanu
Matarla.

Ese fue el primer impulso de Ikito para resolver la implacable persecución de Milena. Matarla y devolver la cabeza en una bandeja de plata. Más allá de lamentar la pérdida de su cancerbero, seguramente Madre sabría apreciar la teatralidad del gesto. La eternidad puede tornarse muy tediosa si no se la sazona con actos memorables. Y esa perra ya estaba siendo demasiado fastidiosa con sus pesquisas. Además, quería enviar un mensaje a Luana: “si así me ensaño con tus esbirros, no quieras imaginar las penurias que te aguardan ni bien te eche la pinza”. Y también ponerle un recordatorio al Dr. Wong sobre la necesidad de urgir los experimentos con la moxibustión bajo pena de terminar descabezado.

Pero matarla sería una pérdida de tiempo. Pronto mandarían a otro. Mejor distraerla. Ikito necesitaba mudar todo su laboratorio a un lugar más amplio pero igualmente secreto. Los experimentos avanzaban pero sin éxito definitivo. Para perfeccionar el método era preciso contar con especímenes vivos. Y aunque los Hijos de la Noche sospechaban que algo tramaba, no estaban del todo seguros y menos, de la letal consecuencia que podía traer sobre sus miserables vidas. Si empezaba a notarse una ausencia masiva, todo el plan quedaría desbaratado. Tenía que irse lejos, convertir a los locales y avanzar con los ensayos.

¿Pero cómo distraer a Milena? Había intentado todo pero era imposible burlarla. Siempre se anticipaba. Siempre estaba aguardando en la próxima vuelta de calle. Y para que no quedaran dudas, se dejaba ver y aún en ocasiones, se hacía presente entre sus hermanos rebeldes que, más allá de alguna exhibición de colmillos, no se animaban siquiera a molestarla. Su tenacidad era inquebrantable. Hasta que Ikito advirtió un destello en sus ojos. Mínimo, ínfimo, apenas perceptible. Pero la pequeña siguió la mirada de su Némesis y descubrió que estaba destinada al abundante escote de Lursa, una de las mellizas eslavas que había convertido para reemplazar a la dulcísima Zora. No le extrañó. Lursa y Betor tenían unos cuerpos apetitosos, adornados por curvas vertiginosas que eran una invitación a la caricia. Por eso las había elegido. Y a la hora del sexo eran de un delicioso salvajismo. 

Aunque reservada y cuidadosa, la inclinación de Milena era conocida por las Criaturas de la Oscuridad. A Ikito no le costó mucho convencer a las mellizas. De buena gana aceptaron seducirla. Lo único que pidieron fue matarla cuando terminaran la faena.

La bandeja era otra, pero Ikito iba a devolver a Milena en una forma operística.


© Pablo Martínez Burkett, 2014




Este es el vigésimo sexto capítulo del folletín por entregas "EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA", que abre con el cuento del mismo nombre y que prosigue con (2) "Los ojos de Luana"; (3) “Tiempos mejores”; (4) “Frutos de la tierra nueva”; (5) "Fotos"; (6) "Venator"; (7) "Tu madre te ha dicho que no"; (8) "La otra plaga"; (9) "El inesperado John Gillan"; (10) "El color de la nieve"; (11) "Presagios de tempestad"; (12) "La perla de la noche"; (13) "Las llagas del Efecto Caldero"; (14) "Fait divers"; (15) "El sabor del futuro"; (16) "Un souvenir del infierno"; (17) "Primera sangre en Barrio Chino"; (18) "Los Hijos del Sol Negro"; (19) "La sombra de Madre"; (20) "La ordalía de John Gillan"; (21) “El día de la insensatez”; (22) "La estrella de la venganza"; (23) "El pérfido Doctor Wong"; (24) "El camino de la ira" y (25) "El dulce sabor de la sangre".

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