Si yo omito el
nombre pero digo “Un tranvía llamado
deseo”, los que andan por la tercera juventud quizás recuerden la cinta del
muchachito rubio, camiseta sudada, que a grito pelado llamaba a Stella. Y si es
de esa generación y no vio la peli, tal vez se acuerde del mexicano de “Viva Zapata”; de Marco Antonio en “Julio César”, de la mafia sindical de “Nido de Ratas”, del motoquero rebelde de
“Salvaje” o del insubordinado segundo
oficial de “Motín a bordo”. Si ya
sabe de quién hablo, ¡shhhh! no diga nada.
Porque los que pintan
canas, seguramente traerán a la memoria a “El
último tango en París”, sea porque se cruzaron hasta el Uruguay para eludir
la prohibición, por los desnudos frontales de la malograda María Schneider o
por la escena de la manteca. Y hoy, que ya no posee el erotismo que exudaba en
su hora y que hasta la pasan en la tele, resulta incomprensible la censura. ¿Lo
tiene en la punta de la lengua, no?
Y los amantes
del cine bélico, lo recordarán por “Apocalipsis
Now” y el inmenso Coronel Kurtz, un oficial de alto rango que en la guerra
de Vietnam, se pasa a la clandestinidad y se deja adorar como un dios. El
rostro en la semioscuridad, los ojos entrecerrados, la voz nasal narrando la
capacidad del hombre para engendrar el horror, son una lección de algo más que actuación.
¿Ya se acordó? ¡Si era facilísimo!
Pero si de desempeño
memorable se trata, todos recordarán a Don Corleone de “El Padrino”, el capo
que preserva los valores familiares con el mismo empeño que ajusta cuentas con
un clan rival. Un caballero, un rufián, un padre de familia, un jefe del crimen
organizado. Un actor colosal mostrando las dos personalidades que conviven en
un mismo sujeto. ¡Ya está! Ahora no hay dudas de quién se trata.
Pero aguarde, es
posible que a los más jóvenes les haga falta una ayudita extra, porque cuando mucho,
el nombre les resulte vagamente familiar. Y así, algún amante de los comics
dirá que era Jor-El, el padre del “Superman”
de Christopher Reeve. Una chica romántica, lo evocará como el psiquiatra casi
jubilado que atiende al Johnny Depp que se cree “Don Juan de Marco”. El apasionado por la ciencia ficción, lo tendrá
por el bodrio “La isla del Dr. Moreau”,
donde interpreta al médico desequilibrado que experimenta con animales y a quien
acompaña una suerte de “Mini-me”, que no es sino Nelson, el hombre más pequeño
del mundo que solía presentar Susana en su programa.
Sí, no importa
la edad, seguro que la adivinanza no duró mucho. Resuena en su mente esa forma
tan particular de fraseo, esa manera de manejar los silencios. Y advierte que son
tantas las caras, tantos los personajes, que el hombre se borronea en los
contornos del mito. Y ya lo tiene, con nombre y apellido. Sí, ese actor, maestro
de actores.
En un día como
hoy, pero de 1924, nacía en Nebraska, Marlon Brando. Una leyenda del cine, que fue
nominado al Oscar en ocho oportunidades y que lo ganó en dos. Un ícono cultural
que más allá de los arrebatos, el mal humor y la actitud provocadora, también alzó
su voz para defender los derechos civiles de las minorías. Un grande como
pocos.
© Pablo Martínez
Burkett, 2013
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