9 ½ PREGUNTAS DE TERROR
1.
¿Qué le causa
terror al hombre que convive con el escritor? ¿Tienes alguna fobia?
El
hombre que convive con el escritor es el que tiene que soportarlo, ¿no? Ese
que, a la mañana, tiene el cuerpo cansado porque el escritor se quiso quedar
hasta tarde dando rienda suelta a su imaginación. Hay algo, a lo que ambos
tememos: la gente. La gente me causa terror. Pánico, me atrevo a decir. No
tengo fobia a las personas pero sí a la capacidad de. A lo que es capaz de
hacer una persona. Eso me provoca mucho más miedo e intriga que cualquier
monstruo.
2.
¿Por qué te has
dedicado a este género? ¿Qué o quién ha resultado una influencia en tu
escritura y en qué sentido?
Me
dedico a escribir terror porque es el género que me gusta leer. También porque
crecí viendo, leyendo y escuchando historias de miedo. De la boca de mi abuela,
de mi viejo, de mi vieja, de mi tía… en las series, en las historietas, en los
libros que había en casa. Horacio Quiroga y Abelardo Castillo son grandes
maestros para todos aquellos a los que les guste ver el género. Hoy el terror
mutó, se profundizó, pero el germen está ahí.
3.
¿Eres de leer obras
de terror? ¿Cuál es tu obra favorita? ¿Un autor que quieras recomendarnos?
Un
setenta por ciento de lo que leo es terror. Tengo mala memoria y a veces me doy
cuenta que ya leí ese libro cuando estoy en el final. Porque empiezo a
acordarme de las escenas. El terror es un género que me provoca placer. Los
disfruto, lo saboreo. No me pasa lo mismo cuando leo otro tipo de literatura,
pero sin embargo intento encontrarles la vuelta aunque los disfrute un poco
menos.
Así
como no puedo escribir una sola cosa por vez, tampoco puedo leer un solo libro.
Una obra favorita no tengo. Jamás pensé en una. Disfruto mucho cuando leo.
Mucho. Y la mayoría de las historias que termino de leer siento que son lo
mejor. Acabo de finalizar «Entrevista con un vampiro», de Ann Rice
—recomendación de mi amigo Celso Lunghi—, voy llegando a la mitad de «El pueblo
de los ritos macabros», de Patricio Chaija y estoy terminando «Revival», del
maestro. A todos ellos me atrevo a recomendar.
4.
¿Para ponerte a
escribir tienes alguna manía, un recurso ingenioso, un ritual o ceremonia?
Constancia.
Intento seguir los pasos de Stephen King en «Mientras escribo»: Leer cuatro
horas y escribir cuatro horas al día. Por supuesto que no siempre se consigue. Están
el trabajo, la pareja —ahora en convivencia—, la familia, los amigos, la
editorial… Pero trato de hacerme esas ocho horas que King aconseja. Por suerte
trabajo mucho frente a la PC así que aprovecho horas ahí.
5.
¿Trabajas conforme
un esquema o argumento fijado con antelación o prefieres dejar que una idea te
lleve? ¿Eres de hacer investigaciones previas, documentarte?
Qué
interesante la pregunta. Cuando empiezo una novela, lo primero que hago es
armar mentalmente una trama, algunas historias que quiero que se desarrollen,
pero nada más. A los personajes suelo tenerlos desde antes y el lugar aparece
antes a través de mis manos que de mi cabeza. La novela me lleva. Los
personajes son los que dirigen ahí, no yo. En un cuento, en cambio, me cuesta
mucho más porque tengo la responsabilidad de saber a dónde voy. Necesito pensar
qué es lo que quiero contar, a dónde llegar y cómo. Es por eso que los cuentos
me cuestan tanto. La novela es un constante fluir que en un punto empieza a
cerrarse sola y eso es maravilloso. Por supuesto que en una etapa de corrección
uno cierra historias o borra otras, pero la magia está en dejar que la idea te
conduzca.
La
investigación es una parte importante. Los personajes no tienen los gustos o
conocimientos que tiene el autor. Antes de escribir «Con los ojos bien abiertos»
tuve que hacer investigar mucho. La historia transcurre en una Argentina que no
es la de mi generación. Todo sucede diez años antes de que yo naciera. De fondo
hay un país pujante, esperanzado e ignorante. Hay un Mundial de fútbol y
también una dictadura. El fútbol no me gusta para nada pero al protagonista,
sí. Así que tuve que empaparme de sus placeres.
6.
¿Qué es lo más
difícil a la hora de narrar una historia de terror?
El
terror es un género que a la primera de cambios puede convertirse en otra cosa,
justamente por la falta de límites claros. A mí me gustan las historias donde
el terror emerge, donde se pasa de una situación natural a algo extraordinario.
No compro las historias de tripulantes de un barco en el fondo de un mar
enfrentándose a un ser de otro mundo porque no es lo que me pasa. Porque lo veo
lejano. Sí compro una historia donde la ciudad sea acechada por criaturas
infernales o demonios o lo que fuera. Eso, claro está, es algo que toma mucha
fuerza con Stephen King. Hacer terrorífico los ambientes cotidianos.
Y
algo que me resulta muy difícil al escribir una historia de terror es el final.
Generalmente tengo varios finales escritos y luego opto, sin saber si hago lo
correcto, por uno.
7.
¿Dejas que el texto
se quede leudando y luego lo retomas para
corregirlo o corriges a medida que escribes?
Corrijo
a medida que escribo. Sé que hago mal. Pero me resulta más sencillo. Voy y
vengo todo el tiempo en el texto. Reescribo mucho y extirpo bastante. Cuando lo
puedo considerar terminado se lo envío a mi amiga y correctora, Luciana Baca
para que lo revise. Uno lo mira tantas veces que se le terminan pasando muchas
cosas. A veces de sintaxis, a veces de estilo. Una mirada ajena, y sobre todo
si es de una buena correctora, resulta indispensable.
8.
¿Por qué crees que
el terror es un género que sobrevive a las modas y que se reinventa a sí mismo
de edad en edad?
Hace
poco leí a Ruben Risso decir que el terror existe desde antes de que pudiera
ser nombrado y me quedé pensando en eso. El terror es mucho más grande y viejo
que el hombre. Está desde antes que nosotros y eso le da una ventaja enorme.
Cómo no nos va a sobrevivir. Cómo no va a ser más fuerte y grande que cualquier
moda o década. El terror es un monstruo que hay que respetar. Es un manto
enorme posado sobre el horizonte y se alimenta de aquello que existe y de
aquello que no. No hay cultura que no tenga como límite el miedo. A los chicos
los asustamos para que coman y para que duerman. A los grandes los asustamos con
lo posible. Con lo que puede llegar a suceder o, a veces, con lo que sucede. El
terror no conoce fronteras y a eso hay que temerle.
9.
Es un estereotipo
generalizado creer que el escritor de terror es una persona, como mínimo, con
sus rarezas… ¿Es así en tu caso?
¿Si
yo creo eso? Aprovecho una puertita y salgo. Sí, creo que es así. Me pasa
cuando leo terror fuerte. Cuando lo que transmite el autor realmente logra
generarme miedo. Tarea para nada sencilla. Llegó un momento, durante la lectura
de «Petite Mort», de Matías Bragagnolo que me detuve y
dije “¿Qué le pasa en la cabeza a este pibe?”. Cuando lo conocí era un pibe
común, más bien chiquito, simpático, muy educado y pensé “Cuánta oscuridad”
(risas). Y lo mismo me sucedió al leer «Malditos Animales», de Pablo Tolosa. Me
fascina ese poder de generar, al menos, incomodidad en el lector.
½ ¿Qué
piensa tu familia acerca de las historias que escribes?
Apoyan todo lo que
hago y lo leen. No puedo quejarme porque siempre están. En cualquier proyecto
que comience, en toda presentación, lectura, iniciativa. Van.
NARCISO ROSSI (San Pedro, Buenos Aires, 1985) trabaja como profesor de Lengua y Literatura, es docente, fotógrafo, editor y escritor. Autor de la novela La caída de Las Lechiguanas (Thelema, 2015) y de la nouvelle Con los ojos bien abiertos (Perro Gris, 2015). Tiene dos novelas y un libro de cuentos sin publicar. También forma parte del equipo editorial de PELOS DE PUNTA.
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