You don't know what you've done. The final is begun.
SUPERTRAMP - The Crime of the Century
UN IMPERCEPTIBLE RUMOR, quizás un deslizar de ángeles. Con febril y no menos vano afán, procuro concentrarme en la partida que estoy jugando. No me inquieta tanto el desconocer su nombre como el ignorar las oscuras leyes que la rigen.
Es mi turno. Urgido antes por la desesperación que por la certeza, estiro la mano y ensayo estremecido un movimiento, pretendiendo imitar los de mi velado contrincante. Finalmente me decido y, sabiendo que incurro en un error desvergonzado, hago correr con parsimonia una pieza por el tablero de pana. Creo escuchar distante un grito desgarrado. No puedo evitar sonreír al intentar adivinar qué ha variado de forma irrecuperable. Abandonando toda intención de comprender las arbitrarias reglas del juego, me entrego a deducir qué hecho de mi recóndito pasado, qué evento de mis diversos porvenires; habré modificado: porque sé que algo se ha perdido para siempre.
Ya no soy el que he sido, ya no importa lo que seré. Con punzante angustia advierto cuán tarde es para intentar un lamento, cuánto más tarde es aún para esbozar una plegaria. Ese acto aciago o propicio, glorioso o abominable, me condena sin piedad. Con la clarividencia de lo inexorable, abandono este torpe ejercicio de la desesperanza.
Vuelvo a mirar el perpetuo tablero ¿Es necesario decir que me resulta una maraña extravagante? Los movimientos se aceleran. Mi oculto rival, estudioso estratega, conduce con mano certera sus deformadas piezas. Uno a uno mis trebejos son dejados fuera de juego. Un poco más y la partida habrá terminado. Como pretendiendo ignorar lo inminente, me distraigo con la luna que parece asomada para atestiguar mi destino. Un repentino gato, apenas adivinado en las sombras, observa en un charco sin entender, el renovado misterio del cielo reflejado en la tierra.
El final ha comenzado.
© Pablo Martínez Burkett 1991
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