Después de tantos años juntos, aún la volvía loca con sus ocurrencias.
Esta vez, al salir del baño, se lo topó con una toallón anudado a la cintura, una camiseta calzada sobre las orejas y hechada para atrás a la usanza del Antiguo Egipto, rimmel en las pestañas, los brazos cruzados sobre el pecho y en cada mano un cepillo para el pelo.
- ¿Hoy quien sos ? - le preguntó divertida.
- Soy Sinué, el egipcio -le contestó apenas conteniendo la risa. Luego se miró el abdomen y agregó con cínico realismo: -Aunque si sigo criando panza voy a tener que representar mejor a Epaminondas, el eunuco...
Recobrando la regia apostura, le soltó: - Antes de que ello suceda, oh esclava nubia, póstrate de hinojos en señal de acato - y se abrió galanamente el toallón. - Entrega tu adoración al sol, hija mía.
Ella con devota unción se hincó las rodillas, feliz de que aún la vuelva loca con sus ocurrencias.
© Pablo Martínez Burkett, 2008
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