UN FILTRO PARA EL AMOR
Aunque al principio fui llevada por las circunstancias de la vida, hoy no cambiaría por nada mi oficio de vendedora de libros. En plena crisis del 2001 me echaron del banco. Fue el infierno. Me había quedado sin trabajo, hacía un par de meses que me había separado y ese año encima, había muerto mamá.
Si a una mujer, promediando los 40, no le es fácil reinsertarse en el mundo laboral, en aquellos días resultaba una tarea imposible. Estaba claro que si no invertía sabiamente la indemnización, pronto perdería hasta la casa donde me crié. Mi trabajo era encontrar trabajo. Al principio busqué por el lado de lo que venía haciendo en los últimos 20 años. Era una vía muerta. No había casi avisos en los diarios. Y no obstante amigos y conocidos estaban debidamente anoticiados, el tiempo avanzaba insensible a mis urgencias.
Una mañana, al borde de la desesperación, repasaba por enésima vez los clasificados. Como respondiendo al destino, reparé en uno chiquitito, donde se ofrecía a la venta una importante colección de libros. Casi sin pensar, concerté una cita. Más que una colección era toda una biblioteca, una biblioteca de infinitos e increíbles volúmenes. Podría decirse que enloquecí, mientras atronaban las cacerolas y cambiábamos de presidente como de hojas de almanaque. Me gusta creer que por una vez en la vida, me dejé llevar por un impulso genuino.
De cualquier forma, cuando cerré la operación y regresé a casa, me asaltó un remordimiento feroz. Me había gastado casi todo el dinero en libros. Aunque acondicioné el garaje, hizo falta disponer de un par de habitaciones más. Seguramente mamá, donde quiera que esté, me perdonó que desarmara su dormitorio. Así empecé a vender libros usados. En los comienzos, los amigos venían más por piedad que por otra cosa. Después se acercaron los vecinos. No peco de inmodestia si digo que en muy poco tiempo me labré una reputación de buenos precios, inmejorable material y trato diferenciado.
Me encanta vender libros. Pero hay algo que me gusta más. Y es salir a comprarlos. No se trata tanto de obtener el mejor arreglo o una pieza inhallable. Bueno sí, pero tanto mayor es la emoción que me otorgan los objetos que cobijan sus páginas, los mudos recuerdos que dejaron sus dueños. Verdaderas postales de un pasado que quiere perdurar en las manos del próximo poseedor. Desde boletos de colectivo pasando por viejas láminas de acciones de la compañía de tranvías, hasta cartas de suicidio y recortes de diario de la época. Telegramas anunciando nacimientos; billetes fuera de circulación, flores marchitas, fotos borroneadas, cablegramas navales, recetas de cocina.
Justamente quiero referirme a una receta que encontré escondida en la falsa carátula del libro en francés titulado “Les sorts et les filtres dans les Antilles et Ouest Indies" (Hechizos y filtros en las Antillas e Indias Occidentales). Y no, no era una receta de cocina, era una receta para atraer el amor.
La fórmula estaba fechada en 1968, en Baton Rouge, Lousiana, Traduzco como mejor puedo:
“Se requiere una hoja de papel blanco, tinta roja, cuatro pétalos de rosa roja, una cinta roja y una manzana, también roja. Hacer dos tiras con el papel. Con un plumín fino y la tinta, escribir en una tira su nombre completo y lo mismo, en la otra, pero el nombre completo de la persona amada. Divida la manzana en dos partes simétricas. En cada mitad, haga un huequito con un cuchillo. Introduzca una de las tiras de papel, con dos pétalos de rosa roja. En la otra mitad, haga exactamente lo mismo, pero con el nombre de la persona amada. Restaure la forma de la manzana, uniendo ambas mitades y átelas con la cinta roja, dando tres vueltas. Espere a que sea luna llena, si es viernes, mejor. A medianoche, encienda una vela. Mientras gira alrededor de la llama, bailando, debe recitar en voz alta y clara las siguientes palabras, sin errar el orden: [Nombre de la persona amada], por el poder de este hechizo estaré dentro de tu corazón. En esta noche sagrada invoco la pasión de los dioses antiguos, el amor de las ánimas vivientes, el fuego santo de los que están desde antes, para que seamos uno como uno es todo en la Naturaleza. El ritual se vuelve infalible si además el baile se lo acompaña con la canción “I’d rather go blind”, de Etta James. Luego hay que colocar la manzana consagrada bajo su cama durante todas las noches de luna llena. Completado el ciclo, se la debe quemar y enterrar las cenizas en tierra fértil en el amanecer de un domingo. El amor llamará a tu puerta inmediatamente”.
Así termina la receta de amor vudú.
Los libros no sólo encierran historias. A veces también traen retazos de la vida de sus anteriores dueños. Y siempre es una felicidad intentar trazar ese mapa. Entré al mundo de los libros por un impulso. Quizás retorne al mundo del amor por otro impulso. Porque hace mucho que el amor no llama a mi puerta.
Luego de meditarlo apenas, compré todos los implementos. Y para que no fallara, hasta me conseguí un CD de Etta James con la música indicada. Ya estuve ensayando el baile. Me sale bastante bien. Aguardo con temor pero también con esperanza la próxima luna llena. No tengo nada que perder. Después les cuento.
Etta James nació el 25 de enero de 1938, fue una de las más prodigiosas voces del soul y el rhythm and blues y uno de los puntales de la mítica Chess Records de Chicago durante la década del 60’.
© Pablo Martínez Burkett, 2012
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