ELLA ES TAN LINDA
Ya sé, me vas a recordar el batifondo que armé esta Navidad porque no me
banco más los renos y la nieve falsa en los shoppings. Ya sé, me vas a
enrostrar que con cada Halloween me pongo a protestar como un energúmeno porque
quiero que se celebre el Día de la Tradición con paisanitos y chinitas pidiendo
pastelitos y tortitas a los vecinos. Y ya sé, me vas a señalar mi última obsesión
sobre que en breve también vamos a
celebrar el “Día de Acción de Gracias” disfrazados cual muñequitos de Quaker. Tenés
razón. Podés decir que terminé transando con el sistema. Que me vendí a los
gringos. Que soy otra marioneta del consumismo apátrida. ¿Pero vos la viste?
¿La viste bien?
¡Ella es tan linda! Cuando sonríe, se le hace un hoyito en la mejilla y
me mata. Y es tan compañera, tan gamba.
Nos gustan los mismos libros, las mismas pelis. Si hasta estuvimos en los
mismos festivales de cine, cada cual en la suya, pero en los mismos. Es como
que el destino venía porfiando con juntarnos. Eso sí, con la música mucho no coincidimos.
Me dice que no entiende cómo puedo estar todo el día con los Redondos. Insiste
en hacerme escuchar sus cantantes melódicos. Antes de la nausea, me escapo como
puedo, pero me sonríe y soy capaz de hasta sacarle los tonos en la guitarra.
Ya me dijo que me quiere recortar un poco el pelo y la barba, que es un
crimen que mis ojos verdes no se vean. ¡Qué sé yo! Uno se ha pasado una vida
edificando un sólido prontuario y de repente, me pasa esto. Será que en el fondo, quizás, no haya sido otra cosa que un sentimental esperando
encontrar la bahía donde pacificar mis tempestades. Pero de algo estoy seguro, ese puerto es ella. Tendrás que reconocer que Cupido no siempre ha tenido buena puntería
conmigo. Por eso voy con todos estos peluchitos infames, una
caja de bombones y una botella de champán. Espero que lo entiendas, hermano. No
me vendí. Ella es justo una de las que celebra todas las fiestas yanquis. Y me
viene laburando desde hace mes con: “¿y qué vamos a hacer para San Valentín?”. Es
cierto, parece un poquito contradictorio. Ya no me importa. He hallado la palabra
que encierra todos los significados. Sí, claro. Es su nombre.
El Día de San Valentín es
una celebración tradicional de los países anglosajones que, sin embargo, se ha
instalado fuertemente en el resto del mundo. Se celebra en recuerdo de un sacerdote cristiano
de la Antigua Roma que desafió un decreto del Emperador. El decreto prohibía el
matrimonio entre las jóvenes parejas porque, para la maquinaria bélica del Imperio,
los soldados solteros eran más osados. Valentín decidió que era injusto y
siguió casando gente. Por eso fue torturado y ejecutado el 14 de febrero del
año 270.
© Pablo Martínez Burkett, 2012
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