lunes, 29 de septiembre de 2014

EL AUTOR INVITADO: LUIS HÉCTOR GERBALDO





REBAÑO


Gabriel reunió a sus generales, esperaba respuestas, Barakiel nada encontró en el segundo cielo. Igual negación tuvo de Baradiel, Miguel, Zadkiel, Zahakiel, Israfil. Recorrieron las inmensidades, si era esto posible, gritaron su nombre, lo llamaron con sus trompetas: Yahveh no estaba. Andrajosos, sucios, sedientos de almas, no parecían ser los mismos. Representantes de la pureza celestial, belleza sin par, límpidos en espíritu e imagen, nada de ello quedaba en su mirada: rasgos endurecidos, manos portadoras de espadas asesinas, asesinas de almas. 

Con renovado impulso, salieron los arcángeles en búsqueda del amo fugitivo, el dios que nada había podido hacer cuando los ángeles comenzaron a devorar su rebaño, corrompiéndose, perdiendo el tino y la divinidad, en un imposible vampirismo celestial. Hordas aladas vagaban por los siete cielos tras aquellos puros que todavía no habían conseguido escapar, todo era válido, ya no había santa protección, el purgatorio tampoco era refugio. En el segundo cielo, los ángeles castigados por amar a mujeres humanas, que desde hacía una eternidad eran azotados diariamente, ahora estaban libres buscando venganza; el tremendo martirio había mutado en terrible locura.

Lucifer apuró a cerrar los portales del infierno al comprobar que en el vecino séptimo cielo comenzaban a atacar a las almas de los no nacidos. Todo era una anarquía tal que el mismo Satán no quiso participar. El recuerdo de viejos tiempos le dibujó una sonrisa, disfrutaba, aún sin ser responsable.

Contra el Aqueronte se agolpaban los espíritus buscando regresar a la tierra. El barquero trabajó a destajo, volverlos al mundo era todavía una salida mientras el río pudiera contener a esos ejércitos, otrora del bien, ya imposible calificarlos. El río era de fuego, como su afluente el Flegetonte, pero la desesperación de los ya muertos no se detenía en ello. La barca iba y venía, llenando el mundo de ánimas buscando auxilio. Ocuparon sus corruptos cuerpos, ya en despojos, para salir de las tumbas en espantosa resurrección. Avanzaban buscando ayuda, implorando, pero nada de lo que intentaban decir era distinto a gruñidos y quejidos. Tendían los brazos, lo que quedaba de ellos, esperando piedad. El terror provocado en los hombres se transformó en vorágine destructiva, cualquier arma era buena para detener lo que veían como espectros, esos hombres que se negaban a seguir muertos. El mundo ya no era su hogar. 

En la orilla vacía, se apersonaron los arcángeles con sus ejércitos. Desde allí se podían escuchar los gritos y llantos del caos que se apoderaba de la tierra. Miguel miró al barquero cubierto con la capucha de su barragán, detuvo la vista en su pasividad. Los voraces comenzaron a retirarse. Miguel con ellos. 

El falso Caronte presionó la vara contra el lecho del río hasta que la barca se dejó llevar por el Aqueronte. Lentamente se balanceaba sobre el río ardiente. Abandonando el lugar. Es hora de comenzar de nuevo, se dijo. 



© Luis Héctor Gerbaldo







LUIS HÉCTOR GERBALDO

Nací hace 55 años, en la ciudad de Córdoba, tengo cuentos y poemas publicados en revistas digitales y papel, participé de varias antologías y audiolibros, con algunos premios en mi haber, como el Premio Especial Internacional en Monólogo Teatralizado, de la CIINOE.
Mi blog www.canastadeletras.blogspot.com.ar



El cuento “Rebaño” recibió Mención en el VI Certamen NACIONAL de Poesía y Cuento Breve de Ediciones Ruinas Circulares. Solo podía ser leído en mi blog hasta hoy que mi Pablo Burkett me hace el honor de incluirlo en su página.




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