LA PUERTA DEL
CIELO
Este
aparato es un invento de nuestro antiguo comandante. Yo asistí a los
primerísimos experimentos y tomé parte en los trabajos, hasta su terminación.
Franz Kafka, En la colonia penitenciaria
Yo
era pobre. Las
maravillas de la medicina biomolecular nunca fueron para los pobres. Desde hace
décadas se abrió un abismo entre los que todavía enferman y los que son sanos
por manipulación genética. Nosotros, los humanos. Ellos, los novohumanos. Por
entonces, recién salía de mi enfermedad. No es ninguna excusa ni quiero
exonerar mi traición pero, aunque parezca que el peor día de tu existencia es
aquel donde te anuncian que sufres un cáncer terminal, no tienes ni idea de lo
que es sobrellevar la noticia de que te has curado: la posibilidad de una
recaída te roe la voluntad hasta enloquecer. La quimioterapia no es para todos.
No sólo envenena las células malas, también el cerebro. Consideraba el suicidio
cuando recibí la oferta del Dr. Prendick. El programa Puerta del Cielo me prometía
algo vedado para mí. No tuve ningún escrúpulo en abandonar mi mortalidad. El
proceso de recombinación del ADN es atroz y al principio, mi cuerpo se resistió
a las cánulas y sueros enriquecidos, pero finalmente emergí purificado. Pronto
me acostumbré a mi nuevo aspecto, aséptico y lampiño. Y pronto me uní a la
nueva religión y me convertí en el más severo comisario del Proyecto Eugenesia.
En los grandes centros médicos de cada cuadrante se adicionaba biotecnología a
los pacientes favorecidos en multitudinarios sorteos. El advenimiento de la
comunidad galáctica estaba pronto. Sin embargo, una tormenta solar afectó los
satélites y por error recibí un mensaje que me reveló el embuste: no había
ningún plan de mejoramiento en marcha. Por el contrario, los centros médicos
eran reservorios de exterminio, eran el aparato de una aniquilación metódica.
Las enfermedades, no, no; los enfermos tenían que ser erradicados de la faz del
planeta antes del regreso de aquellos que, en los tiempos antepasados, bajaron
desde el cielo. Abjuré de la heredad adquirida con el martirio de tantos. Fue arduo,
pero meses de tratamiento ignominioso restauraron mi humanidad. Toda tiranía
engendra la semilla de su destitución. Ahora soy pobre otra vez. Ahora soy el cabecilla
del levantamiento contra los novohumanos. Eso, mientras aguardamos, feroces, a
los que vendrán desde las alturas.
(*) El presente cuento fue publicado en el #165 de la Revista miNatura, dossier dedicado al biopunk.
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La espera siempre es la peor parte.
ResponderEliminarSaludos,
J.
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