Porque quiero que sepas, Sancho,
que en el otro mundo no hay estado
más peligroso que el de los aventureros.
Miguel de CERVANTES –
Don Quijote de la Mancha, I, Cap. XX
Don Quijote de la Mancha, I, Cap. XX
Cuando en la hora feliz de aquel garito de moda, coincidieron los más empinados miembros del claustro docente con sus alumnas más volubles, la varias veces centenaria historia de la Universidad sufrió una considerable transformación. Los mojitos y cubatas hicieron el resto.
-Dígame profesor –se aventuró la rubia de la cuarta fila- ¿qué tiene que tener una mujer para que Ud. se fije en ella?
-Es sencillo en exceso, mi querida niña –respondió el catedrático como si estuviera frente al aula- en primer lugar debe tener una inteligencia práctica sobresaliente. En segundo orden, debe ser distinguida como una princesa en el exilio. Y por último, debe ser increíblemente puta.
Felizmente, los abundantes brindis evitaron que el señor decano advirtiera que su profesor estrella y la Medalla de Honor se iban para los aseos.
© Pablo Martínez Burkett, 2007
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