Hay momentos imprescindibles.
Como cuando Serrat y Sabina, menudos pájaros a tiro, retratan el agridulce sabor de las pasiones saltimbanqui de "Y sin embargo" a una Bombonera repleta hasta los pasillos.
Y entonces uno levanta la vista al cielo y el cómplice titilar de las "Tres Marías" recuerdan la perfecta alineación de tus lunares, allí, justo donde se despeña el señuelo de tus nalgas, invitando a la caricia narrativa luego de hacerte el amor.
Y esa noche, de regreso a casa, el hueco en la cama se hace tan ancho como el mar.
© Pablo Martínez Burkett, 2007
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