Tláloc, acuarela
Lo primero que leí de Borges fue el libro “Ficciones”. Sencillamente, el cerebro me quedo como un plato de
mondongo. O más bien, de lombrices. Eso, lombrices. Porque fue como si a mis
adormecidas neuronas les hubiera pegado un rayo. ¿Y cómo no? Si ya nomás, en el
principio, arranca con un relato de nombre impronunciable llamado “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, que
describe a los miembros de una secta que, no satisfechos con insertar un país inexistente
en las páginas de una enciclopedia pirata, se ponen a inventar todo un planeta con
el que llenan volúmenes y volúmenes de una enciclopedia consagrada íntegramente
a este Tlön.
Pero el asunto no se quedaba ahí. La creación de este universo ilusorio no
era sino la excusa para que Borges desplegara todos sus planteos habituales en
torno a la percepción de las cosas, el engaño de los sentidos y el fracaso del lenguaje.
Justo los interrogantes que me hostigan desde siempre. Y si ya no era bastante
para quemarle la cabeza a un chico de veinte inquietos años, pronto descubrí
que la narración alternaba personajes reales y ficticios, en una deliberada
erosión de todos los límites.
No me avergüenza reconocer que en ese tiempo, mi pobre discernimiento incluyó
entre los personajes ficticios a Xul Solar, que es de quien vengo a hablarles. Permítanme
esgrimir en mi defensa que no era algo tan irrazonable si consideramos que apenas
se lo citaba al pasar y como intérprete de uno de los espinosos lenguajes de
Tlön. Dice el cuento: “Xul Solar traduce con brevedad: upa
tras perfluyue lunó”. Yo
sabía que, por ejemplo, Bioy Casares era real pero no podía ser real alguien
con ese nombre y que aparte, retorcía el idioma de tal manera. Tenía que ser
otra de las bromas de Borges. Sin embargo, al profundizar mis lecturas, advertí no
sólo que era tan real como usted que me escucha sino que además, había sido uno
de los mejores y más admirados amigos de Borges.
Ahora bien, ¿quién era este significativo y hasta
imprescindible Xul Solar?
Hoy nuestras ignorancias se suplen a fuerza de un “click”, pero coincidirá conmigo que oficiar
de detective literario casi treinta años atrás no era tan fácil. Finalmente, mis
pesquisas confirmaron que, aunque nacido como Oscar Agustín Alejandro Schulz Solari,
producto de las alquimias idiomáticas a las que era tan afecto, transmutó
apellido paterno y materno en Xul Solar, nombre por el que habría de perdurar. Avanzando
en la investigación, pude leer que se definía a sí mismo como “utopista de profesión”. Ya con eso, se
ganó toda mi simpatía y me incitó a seguir indagando. Y resultó ser varón
polifacético que aunque no dejó rama del arte por transitar, principalmente eligió
la pintura y los idiomas para manifestarse.
De muy joven, se inició en la astrología, las ciencias
herméticas, la Kabbalah, el Tarot, el budismo, las religiones precolombinas y
cuanta mitología tuvo a su alcance. Como un río incontenible, estas ideas lo desbordan
y sus acuarelas retratan paisajes de colorida geometría, recargados de símbolos
astrológicos, cabalísticos y religiosos. No soy ni remotamente un experto, pero
me animo a sostener que su pintura tiene más de sueño fantástico que de cubismo,
surrealismo o cualquiera de los “ismos”
vigentes en su época.
Dueño de una
de las más vastas bibliotecas de Buenos Aires, era asimismo versado en ocho idiomas, cantidad que parece
no le alcanzaba para enumerar sus visiones. Así que se le dio por crear la “panlengua”, caldo idiomático con vanas pretensiones
de universalidad. También fundó un idioma doméstico, el “neocreol”, que era lo que hoy diríamos un portuñol, enriquecido con otras lenguas indoamericanas. Pero como
siempre estaba recreando el universo, sus invenciones se multiplicaban a otros
ámbitos. En efecto, animado por el mismo espíritu, se tomó siete años para
inventar el “panjuego” que era una
suerte de ajedrez con reglas ampliadas conforme la astrología. Si, oyó bien, la
astrología, de manera que en la medida que las piezas avanzaban por el tablero
según los dictados del horóscopo, la partida podía ramificarse en una obra musical,
un poema, un cuadro u otro juego.
¡Cómo para que Borges no lo plantara en Tlön, universo donde
el lenguaje fuerza el idealismo a la última expresión! Al final de cuentas, mi
confusión inicial no estaba tan mal encaminada. Era claro que aunque
persona de existencia real, Xul Solar había hecho de sí un verdadero personaje.
Y encima, esta conclusión tampoco era novedosa: Leopoldo Marechal lo incluyó como
Schultze en su novela “Adán Buenosayres”.
Siempre me causo un íntimo placer descubrir un mundo embotellado
dentro de otro mundo. Grande fue la dicha cuando en medio del huracán intelectual
de un libro apareció escondida una persona que era todo un universo. En palabras de Borges, un
hombre de genio cuya profundidad causaba vértigo.
No me diga que no le hubiera gustado conocerlo y hasta
comprarle un cuadro…
Palacio en Bría, acuarela, 1932
Xul Solar, artista
inclasificable, adelantado de su tiempo, perseverante
inconformista, astrólogo,
lingüista, aventurero espiritual, amigo dilecto de Borges, ejerció
la felicidad. Nació el 14 de diciembre de 1887 y falleció el 9 de abril
de 1963.
© Pablo Martínez Burkett, 2012
¡Qué buen artículo, Pablo! Un tema tan desconocido.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Pilar, realmente tiene que haber sido todo un personaje, al punto que Borges siempre lo incluyó entre las tres personas que siempre recordaba: Rafael Casino Asséns, Macedonio Fernández y Xul, con quien hacía largas caminatas por Palermo y Recoleta. Un beso.
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