miércoles, 12 de febrero de 2014

KAIRÓS


¡Tu quoque, Brute, fili mi!
Julius Cæsar


El recuerdo siempre estaba ahí aunque como letras de un lenguaje desconocido. Era un parpadeo fugaz, un destello en alta mar. Una posesión diferida que me llenaba de temor. Si hasta pensé en un abuso infantil y que el velo de mi conciencia, antes victorioso, se rendía al ultraje. Manejable por años, esa evocación de la nada se volvió una agitada obsesión. Me asaltaba con más fuerza al ducharme. El agua escurriéndose me daba arcadas. Esta sospecha de un horror inaudito empezó a horadar mi cordura y aún contra mis convicciones, busqué asistencia psiquiátrica. Las sesiones fueron tan inútiles como los mapeos cerebrales. No me sorprendió, pues desde los ocho años que no me enfermo. Ni un mísero resfrío. Pero por alguna extraña razón, sumergirme en las profundidades de la mente gatilló aquello tan temido. Una caravana de imágenes me abismó a una extenuante locura: cuerpos yaciendo en sucesivas camillas, burbujeante líquido verde que les entubaba la piel; monitores con símbolos irreconocibles. Y dioses de dientes aserrados conferenciando con humanos. Porque eran dioses y estaban enojados. Los hombres los trataban con reverencia y acato. Se parlamentaba con urgencia. Se tomaban decisiones finales. Y un vórtice de luz. Y el ronroneo de un motor invisible. Y el vértigo de una caída veloz. Y un ahogo. Y una náusea. Y otra vez el silencio fatal.

Una jofaina de lata cae al piso y el eco amplificado me saca del sopor. Ya no están los dioses, sólo hombres con trajes de hule amarillo y escafandras. Los escucho hablar tras la estática de los micrófonos pero no logro recomponer el sentido, sólo palabras sueltas. Microbio del espacio profundo. Infección catastrófica. Denuncia de tratados estelares. Suspensión de las acciones conjuntas. Borrado de memoria. Alguien advierte mi inesperada vigilia y me apuran un sedante. Me hundo en nubes de felicidad y olvido. Hasta que el remolino de agua en mi bañera abre la puerta jamás querida mientras la radio anuncia la desclasificación de documentos secretos. El gobierno insiste: el Área 51 es una simple base para aviones espías. No lo es. Yo lo sé. Ahora recuerdo todo.



© Pablo Martínez Burkett, 2013


El presente texto fue publicado en el #132 de la Revista digital miNatura dedicado al "Área 51".

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