En el sueño, erraba por una calle con edificaciones bajas, como de pequeñas iglesias, llenas de placas y crucifijos de metal. Las vereditas eran muy angostas y parecía haber llovido. Era de noche y lo acompañaba su padre. Un restallar de cirios le recordó la Semana Santa, pero antes que a cera e incienso, el aire olía a fruta madura. Unas imágenes de negro rezaban en medroso silencio. Cuando reconoció a sus deudos ya muertos, supo que no estaba soñando.
© Pablo Martínez Burkett, 2007
El presente texto fue publicado en el #93 Revista MiNatura, mar/abr 2009
Lo recuerdo perfectamente, es un buen micro, me gustó leerlo de nuevo.
ResponderEliminarBesos.
Carmen