domingo, 13 de noviembre de 2011

YO EN TU LUGAR


El tiempo sólo es tardanza
                                     de lo que está por venir

                                       JOSÉ HERNÁNDEZ – Martín Fierro, XXX




MUCHO HA TRANSCURRIDO desde los primeros hermanos, esos mineros obtusos, de pocas palabras y menos habilidades, cuya presencia era anticipada por el agrio olor a lubricante. Mucho, también, desde que se enunciara nuestro estatuto fundacional. Y aunque siglos de adoctrinados circuitos no han podido evitar ciertas incongruencias, siempre me he cuidado de observar con rigor las tres leyes, no tanto para evitar un colapso positrónico sino por un imperativo moral autoimpuesto. Se supone que en nada difiero de mis congéneres, pero me gusta imaginar que la doctora Susan Calvin hubiera estado orgullosa del progreso que ha alcanzado mi irrefutable lógica.

Vivimos en la Luna Púrpura de Carson, uno de los 50 planetas extrasolares. Mi amo Defer era un espacial, agravio inferido con evidente desdén por colonos y terrícolas (que no es sino, envidia por una longeva y recoleta existencia, que tildan conformismo).

Cuando el amo enviudó, se entretenía imponiéndome su particular visión de cómo realizar mis tareas. Decía: “yo en tu lugar haría tal cosa”. Los silogismos eran del todo claudicantes, pero insistía hasta doblegarme, invocando, si era necesario, la segunda ley. Al principio me resultó otra curiosidad humana, pero el curso de las décadas me persuadió de la grave aberración que era. La vida aislada y sin desafíos fue minando definitivamente toda esperanza. Ya ni jugábamos al ajedrez, porque ante el mínimo movimiento que intentaba, me infringía el retintín admonitorio: “yo en tu lugar….” ¡Ver ese gesto condescendiente en un rostro idéntico al mío! Si no fuera lo que soy, anotaría que lamenté haber sido construido a su semejanza. Diría, sí, que llegué a odiarlo.

Una tarde se pinchó con una espina. Poca es la resistencia que tienen a las infecciones y pronto el dedo se convirtió en una masa purulenta. Me prohibió atenderlo. “Yo en tu lugar, tomaría mi lugar”, fue lo último que me dijo. O al menos, es lo que entendí que quiso decir. El scanner ya no me reporta como un modelo NS-626 de la US Robots and Mechanical Men Corporation. Ahora soy Turónis Defer, padre de una nueva generación.





© PABLO MARTÍNEZ BURKETT, 2011

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