PERFIDIA
CIRCULAR (*)
Ya no estás aquí, ya no,
en la región donde de algún modo se existe,
nos dejaste sin provisión en la tierra,
por esto, a mí mismo me desgarro.
Nezahualcóyotl-Estoy
triste
Fui citado de
urgencia. El tlatoani en persona quería ocuparse de mi intransigencia. No
me conmovían las sequías de un Tláloc ausente ni los huracanes que Ehécatl resoplaba incansable. Ni estaba
inquieto porque la sangre no aplacaba el rigor de Tonatiuh. No era
sordera divina sino hartazgo. Este quinto sol pasará como sus predecesores. Es
el destino de nuestro pueblo. Pero una gran mayoría opinaba que era algo a
evitar. Los guiaba el infame cihuacoatl. Las conspiraciones del Primer
Ministro siempre me tuvieron sin cuidado. Es un buen hombre pero también un
fanático y para lograr su cometido no vacila en acudir a la delación, la estafa
y aún, el homicidio. Y nuestro rey lo escucha. Sin embargo, yo soy el teotecuhtli,
el supremo sacerdote y ante la regia presencia usé todas las prerrogativas de
mi rango. Y la sabiduría ancestral. Porque yo hablo con los dioses y en los vapores
sagrados me fue revelado el futuro. No tiene caso ir. Me opongo. Dicen que más
allá del mar, los hijos de Sin, Ištar y Šamaš votaron igual. ¡Qué obtuso fui!:
la orden ya se había emitido. Mientras el tlatoani
me interrogaba, un grupo de teopixque iniciaba
la jornada hacia un distante planeta azul. Estos jóvenes sacerdotes de dientes
aserrados fueron elegidos para tener comercio carnal con las indígenas. A
cambio harán don de los secretos de la hechicería, el augurio de tormentas y
eclipses, el gobierno de sembradíos y cosechas, el fuego y tanto más. Sé que
nos van a ignorar, que nos relegarán al mundo de las fantasías insomnes. Sé que
en los milenios por venir, los locales pondrán en duda todas las evidencias. Sé
que alumbrarán teorías y refutaciones nimias. Y sé que nadie nos recordará.
Pero no los condeno. En su hora, abjuramos del pasado en términos similares. El
fruto no guarda memoria de la semilla que fue. Me pesa, sí, que nos motive más
la lujuria que evitar la extinción. Una ulterior visión me reveló el resto. Aún
la secreta forma del cuchillo de obsidiana que en breve me labrará el pecho. No
quiero entristecerte, amada Xóchitl, pero necesito ungirte mi testigo. Según
los ingratos dioses me aguarda un olvido mayor.
© Pablo Martínez
Burkett, 2016
(*) El presente relato fue publicado en el #149 de la Revista digital miNatura dedicado a Paleocontacto.
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Lord Burkett, después de esta Alevosía literaria, propongo que es usted la misma obsidiana.
ResponderEliminarUna exageración porque no llegó ni a sacapuntas desafilado pero muchas gracias igual !
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