viernes, 28 de junio de 2013

HUBIERA PODIDO HACERLO MEJOR, HOMENAJE A JULIO CORTAZAR EN LOS 50 AÑOS DE RAYUELA


Once is happenstance. Twice is coincidence. The third time it is enemy action.[1]
Ian Flemming - Goldfinger
No advertí el trazo del destino sino hasta muy tarde. Admito que tendría que haberme dado cuenta muchos antes: la sucesión de eventos no podía resultar del simple azar.
Nací en Bruselas, pues mi padre trabajaba en nuestra embajada allí. Mi madre pertenecía a una familia tradicional del noroeste argentino. Cuando el autor de mis días nos abandonó, vivíamos en Banfield, con mi abuela y Beatriz, mi hermana menor. A pesar de que mis pulmones no eran del todo vigorosos, tuve una infancia feliz, mayormente sumergido en los libros que me imponía mi madre.
A su instancia, me recibí de maestro normal y me fui a trabajar a una escuela rural. Matizaba las soledades leyendo y ensayando los primeros arrestos compositivos. Para aumentar los ingresos, estudié traductorado de inglés y francés. Con discreta perseverancia, mi madre vigilaba los avances de la incipiente carrera literaria, logrando inesperados canales de publicación.
En reconocimiento de sus muchos afanes, una tarde le compré un vestido. Para darle una sorpresa, llegué temprano y quise esconder el regalo en el roperito del fondo. Me topé con una caja con un gran sello. Contenía cartas, certificados, manuales de instrucciones, una libreta con un depravado calendario de efemérides a cumplir… en mi vida. Pensé que alucinaba. Pero no. De repente, estaba todo tan claro.
Yo era el producto de un abominable experimento dirigido por la subterránea Epiphanie Littéraire Siècle XXI, una organización secreta que seleccionaba niños a quienes se les creaban artificialmente condiciones familiares y sociales que emulaban la infancia de un acreditado escritor latinoamericano. Por cada arquetipo había cinco usurpadores y según las estadísticas del manual, se esperaba que al menos uno resultara idéntico. A ese pobre esclavo intelectual se le garantizaba la fama. El proyecto, claro, se quedaba con todos los contratos y demás negocios periféricos. Si era menester, se dispensaban cegueras, se forjaban suicidios y se inoculaban virus mortales. Pero eso no era lo peor; también se arreglaban torturas y provocaban exilios.
Confieso que por un instante dudé. Pero armé una valijita y me fui. París será el lugar óptimo para perderme. Lástima, sé que podría haberlo hecho mejor que Julio Florencio.
© Pablo Martínez Burkett,



[1] Una vez es casualidad, dos veces es coincidencia, la tercera vez es una acción enemiga.

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