jueves, 27 de marzo de 2014

EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA (XIX): La sombra de Madre





























The blood of your deaths shall be
 the eternity of our resurrection. 

The Lords of Salem


Cuando entré, no se dio vuelta. Se puso a filosofar sobre esa otra forma de inmortalidad que era la feliz ignorancia de los animales, hoy reducidos a estampas de museos y experimentaciones genéticas. No me lo dice, pero lo adivino: Madre se siente vieja. Hace tanto que su corazón ha dejado de latir, hace rato que no recuerda cómo era. Y le va pesando. Se avecinan tiempos difíciles. Aún más difíciles. No es que no supiera de persecuciones. A lo largo de su existencia pasó por muchísimas. Los humanos siempre se han ensañado con la Hermandad de la Noche. No deja de asombrarle que se conduzcan como si fueran eternos y sin embargo, son los únicos que se saben fatalmente perecederos. Será por eso que combaten a los vampiros con tanto empeño. La posesión de aquello que anhelan y temen ha engendrado masacres memorables. Madre está infrecuentemente locuaz. Me estoy empezando a preocupar.


A la mayoría de los que nacimos luego del holocausto climático, las peroratas de los Antiguos les resultan insufribles. A mí me encanta escucharlos. Son una fuente inagotable de información y experiencia. Ha quedado tan poco registro de todo aquello.


Madre habla de Rumania, su tierra natal. Su pequeña aldea al pie de los Cárpatos. Casi puedo ver el paisaje que describe. Aunque me extravío un poco con el repaso, es claro que una mañana se levantaban y eran turcos, la otra, austro-húngaros y más acá, rusos; con esporádicas sucesiones como país independiente. Me quedo con que, sin importar el color de la bandera que ondeaba en el castillo, todos coincidían en dar caza a Los Hijos del Sol Negro. Con mayor o menor ferocidad, la vocación por el exterminio era idéntica. Madre repasó más de mil años de historia, sin embargo, ningún invasor fue tan sádico como el ejército de la Alemania Nazi, cuya predilección por los vampiros casi los pone al borde de la desaparición. Los experimentos secretos en no menos secretos campos de concentración fueron la aberración más flagrante y menos conocida. Todo en nombre de la ciencia y el deseo de rescatar los orígenes de la raza aria.


La Ahnenerbe, la “Sociedad para la Investigación y Enseñanza sobre la Herencia Ancestral Alemana”, era la supuesta unidad científica de las SS. Sus miembros eran fanáticos de oscilante estabilidad mental, carentes de rigor profesional, que dedicaban su esfuerzo a elucubrar experimentos extravagantes y no pocas veces, mortales. Anduvieron perpetrando fallidas expediciones al Tibet y al desierto norafricano, siempre buscando lo inaudito. Hasta que dieron con los vampiros. Y creyeron que todas sus disparatadas fantasías eran posibles.


Para mí es nadie, pero para Madre se conoce que era alguien muy importante, porque me repite varias veces que el mismísimo Dr. Mengele comandó las pruebas. El Santo Grial del Reich de los Mil Años era una vampira de nombre Milena. Sí, nuestra Milena. El cancerbero de Madre. Su más fiel subalterno.


Milena odia a la humanidad. Odia a los vampiros. Se odia a sí misma. No la culpo. Madre me cuenta que la tenían encadenada, amordazada con un cepo de hierro y desfalleciente del hambre por sangre. Pero no era lo peor. Le inyectaban toda clase de alucinógenos para comprar los efectos. También por diversión.


Cuando lograba recobrar el sentido la entregaban a un pelotón de fornidos soldados que, so pretexto de engendrar el superhombre ario, la vejaban infinitas veces. No puede decirse que hayan sido precisamente amables. Violaciones, sodomía, bestialismo son palabras insuficientes para retratar el horror que sufrió Milena en las mazmorras de los matarifes de las SS.


Pero hubo más.


Madre cree que fue una idea del propio Reichführer Heinrich Himmler quien, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, decidió confiar a tropas de elite la defensa del Alpenfestung, el refugio destinado a almacenaban el oro y las armas secretas del III Reich.


Las tropas selectas fueron rumanas. Se llamaron la Waffen Grenadier Division der SS Rumänische. Pero no era cualquier división extranjera de las SS. No. Estos estaban guiados por el SS-Standartenführer Ernst Alfred Ludwig, un transilvano. Un vampiro. Un vampiro voluntario que, conforme los planes del Dr. Mengele, se hizo morder por Milena.


Madre prudentemente evitó referir cómo quebraron la voluntad de la pobre desgraciada. Sólo dijo que ninguna tortura era suficiente, ninguna privación lograba someterla a sus designios. Pero la necesidad de sangre la venció y se abalanzó sobre el cuello del oficial. Una lluvia de sangre bañó a los presentes. Tuvieron que quitársela entre siete. Poco faltó para que lo matara. En el acceso de locura, mordió a varios más.


Pronto se formó una brigada de voluntarios fanatizados. Cargamentos de judíos, gitanos y prisioneros de guerra les sirvieron de sustento. En el enclave de los Alpes bávaros, los rumanos enfrentaron al Ejército Rojo con desequilibrada bravura. Madre aprovechó el ataque de los rusos para rescatar a Milena y matar al traidor Ernest Ludwig.


Desde entonces Milena es la sombra negra de Madre. Es la encargada de ejecutar las órdenes más arduas. Como esta de ahora, de vigilar a la pequeña Ikito. Madre sabe que está tramando algo. Milena ya descubrió que producto de su rapiña en el Barrio Chino anda ensayando los efectos de la moxibustión en los vampiros. En los seres humanos esta práctica milenaria activa el sistema circulatorio, el flujo sanguíneo y la circulación de la energía vital. En las Criaturas de la Noche, los consecuencias pueden ser nefastas. La pequeña Ikito prepara su venganza contra Luana y no le importa si con ello provoca la extinción de la especie.


Pero Milena estará allí para evitarlo. Y hasta quizás lo disfrute. Porque además, el guardián de Madre odia radicalmente a Ikito y su gusto por las mujeres. Considera que esa inclinación de la pequeña no es genuina sino un mero hastío. A Milena le gustan las mujeres. Mucho. Pero su temor a ser lastimada otra vez, la mantiene apartada de cualquier tipo de relación. Salvo cuando no puede más con el deseo de su carne torturada y entonces se entrega a los brazos de una nueva amante. No le duran mucho. La culpa por gozar la carcome y entonces las mata. Pero esa es otra historia.


© Pablo Martínez Burkett, 2014


Este es el décimo noveno capítulo de la saga por entregas "EL RETORNO DE LA CRISÁLIDA", que abre con el cuento del mismo nombre y que prosigue con (2) "Los ojos de Luana"; (3) “Tiempos mejores”; (4) “Frutos de la tierra nueva”; (5) "Fotos"; (6) "Venator"; (7) "Tu madre te ha dicho que no"; (8) "La otra plaga"; (9) "El inesperado John Gillan"; (10) "El color de la nieve"; (11) "Presagios de tempestad"; (12) "La perla de la noche"; (13) "Las llagas del Efecto Caldero"; (14) "Fait divers"; (15) "El sabor del futuro"; (16) "Un souvenir del infierno"; (17) "Primera sangre en Barrio Chino"; (18) "Los Hijos del Sol Negro"; (19) "La sombra de Madre"; (20) "La ordalía de John Gillan"; (21) “El día de la insensatez”; (22) "La estrella de la venganza"; (23) "El pérfido Doctor Wong"; (24) "El camino de la ira"; (25) "El dulce sabor de la sangre"; (26) "El destino de una mirada"; (27) "Gambito"; (28) "El llanto de Milena"; (29) "Un sordo clarín llamando a batalla"; (30) "Carte blanche" ; (31) "Sombra y fuego"; (32) "Una visita de cortesía"; (33) "Sobre el trono del dragón"; (34) "Un golpe de efecto"; (35) "Escarmiento"; (36) "El último concilio", (37) "Fiesta"; (38) "No es más que sangre" y (39) "El talismán".

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