LA ÚLTIMA PARADOJA (*)
En mi pueblo soy el
único barbero. No puedo afeitar al barbero de mi pueblo, ¡que soy yo!
Bertrand Russell –
La paradoja del barbero
Las
advertencias de los
expertos se reprimieron con rigor intransigente. Tan pronto como brotaban,
científicos venales redactaban papers
con meritorias impugnaciones. Igual, la gente maliciaba una desgracia, tanta vocación
del Gobierno Central sólo enfatizaba lo evidente. Pero en verdad, nadie se
interesó mucho. Se culpaba al calentamiento global, a las malas cosechas, a cualquier
cosa. Las excusas de siempre. Hay que decirlo, la invasión militar a los países
productores de granos no fue una medida muy lúcida. Los campos quedaron
estragados por varias generaciones. Ni las carnicerías de las Guerras de los
Elementos contribuyeron a mermar la superpoblación de las grandes metrópolis. El
resto ya era un yermo inhabitable. Se imponía proceder, pronto la hambruna
sería imparable. Y la solución fue inverosímil pero todos la aceptaron, porque
era esencialmente verdadera. Hace un par de siglos se abolió la física clásica
y se la sustituyó por la física cuántica. Hasta las naves hiperespaciales usaban
esos motores. La propaganda oficial empezó a martillar con que era factible que
la mitad de la población viviera en el mismo lugar, en el mismo tiempo, merced
a un salto cuántico. Al efecto, se diseñaron gigantescos Proyectores de
Superposición Coherente atiborrados de diminutas puertas cuánticas. Las Fuerzas
Armadas se encargaron de forzar a la ciudadanía al tratamiento. Algunos fueron remisos, otros se revelaron invocando
el principio de no contradicción. ¡Por supuesto que se puede ser y no ser al
mismo tiempo! Mandamos a publicar urgentes refutaciones de esa antigua patraña
griega y se ejecutaron a los subversivos en lugares públicos. La rebelión cesó
pero los rumores continuaron. Es cierto que para observar a un vecino hacía
falta acudir a los Proyectores a fin de fijar el estado instantáneo del sistema.
Y eso revelaba complicaciones no resueltas. Ningún celo fue bastante para
ocultar que no era factible establecer un aceptable tiempo de decoherencia y que
la mayoría de los procesados se han extraviado. O tal vez, quién sabe. No
descarto que algún día lo logremos y estén allí, gozando de una feliz existencia.
No pueden culparnos. Fue verdad la urgencia, fue verdadero el remedio. Sólo
hemos falseado las circunstancias y el éxito del proyecto. La política mundial a
veces exige esos sacrificios.
© Pablo Martínez Burkett, 2016
(*) El presente cuento corto fue publicado en el #151 de la Revista miNatura, dossier "Superpoblación".
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